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CAP. VII-FUNDACIÓN DEL SANTO OFICIO

145

.cómo

y

por qué se les antojaba, sin que hubiera

quien les fuese á las manos.»

«Los Obispos de las Indias, agrega más adelan–

te, han ido

y

van pretendiendo licencias de V. M.

para venir á estos reinos (España) cargados de la

plata que no habían enviado ellos, Jo cual ha hecho

algún escándalo .en aquella tierra

y

alguna nota

digna de advertir de ella

á

V. M.: lo mismo ha

pasado por los religiosos.»

Para atajo de tales males, los políticos de aque–

lla época solicitaban del monarca dos remedios:

«una persona de gran cristi:wdad

y

prudencia,

y

pecho y valor

y

confianza á quien diese todo su

poder, poniéndole este reino en sus manos >> ; é in–

quisidores, «que son grandemente menester hom–

bres cuales convengan al oficio, zelosos de la fé

y

honra de Dios, y hombres d.e pecho, que así reme–

diarán muchas cosas que se hacen bien en cleser–

vicio de Dios Nuestro Señor

y

de su honra,

y

la

hacienda de V. M. no perderá> sino en gran canti–

dad se aumentará.»

l!~elipe

II> que á la sazón reinaba e.n España, no

quiso dilatar por más tiempo conceder lo que sus

católicos vasallos del Perú le pedían con tanta

instancia. Designó, pues, para virey á don Fran–

cisco de 'Toledo, como él, de voluntad incontrasta–

ble

y

que tenía por lema castigar en materia de

motines aún las palabras livianas.

1

Fanático hasta el punto de ofrecer en caso nece–

sario llevar

á

su propio hijo á la hoguera,

5

nada

Así lo declara en su

Memo1•icLl,

pág. 10.

!)

«Hallóse el Rey presente á ver, llevar y entregar al fuego muchos

ddincuentes, acompañado de sus guardas de

á

pié y de

á

caballo,