CAP. VII-FUNDACIÓN DEL SANTO OFICIO
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.cómo
y
por qué se les antojaba, sin que hubiera
quien les fuese á las manos.»
«Los Obispos de las Indias, agrega más adelan–
te, han ido
y
van pretendiendo licencias de V. M.
para venir á estos reinos (España) cargados de la
plata que no habían enviado ellos, Jo cual ha hecho
algún escándalo .en aquella tierra
y
alguna nota
digna de advertir de ella
á
V. M.: lo mismo ha
pasado por los religiosos.»
Para atajo de tales males, los políticos de aque–
lla época solicitaban del monarca dos remedios:
«una persona de gran cristi:wdad
y
prudencia,
y
pecho y valor
y
confianza á quien diese todo su
poder, poniéndole este reino en sus manos >> ; é in–
quisidores, «que son grandemente menester hom–
bres cuales convengan al oficio, zelosos de la fé
y
honra de Dios, y hombres d.e pecho, que así reme–
diarán muchas cosas que se hacen bien en cleser–
vicio de Dios Nuestro Señor
y
de su honra,
y
la
hacienda de V. M. no perderá> sino en gran canti–
dad se aumentará.»
l!~elipe
II> que á la sazón reinaba e.n España, no
quiso dilatar por más tiempo conceder lo que sus
católicos vasallos del Perú le pedían con tanta
instancia. Designó, pues, para virey á don Fran–
cisco de 'Toledo, como él, de voluntad incontrasta–
ble
y
que tenía por lema castigar en materia de
motines aún las palabras livianas.
1
Fanático hasta el punto de ofrecer en caso nece–
sario llevar
á
su propio hijo á la hoguera,
5
nada
,¡
Así lo declara en su
Memo1•icLl,
pág. 10.
!)
«Hallóse el Rey presente á ver, llevar y entregar al fuego muchos
ddincuentes, acompañado de sus guardas de
á
pié y de
á
caballo,