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CXLII
LA INQU1SICIÓN
resultas, ó bien sea pQr la larga distancia de nueve–
qientas leguas que hay desde Córdoba á dicha ciu–
dad de Lima, ó porque quizá tan pésimas enormida–
des les serán increíbles á los de aquel Tribunal,
y
no hay duda que así lo parecerán á quien ·rro tenga
pleno conocimiento de .aquella gente, cuyos hechos
no refiero individualmente por omitir difusiones;
y
en el estado presente no podrán tener remedio, sin
que óste sea correspondiente al maldito cáncer ele
sus envejecidos delitos, porque solamente el horror
al castigo podrá enfrenar aquellos enviciados áni–
mos, debiendo ser ejemplarisimos los que en los
principios se hiciesen, para poner freno á los mu–
chos homicidios que ejecutan
y
á la total falta de te–
morde Dios que tienen sus obstinados corazones, para
los que no serian basl.antes cualesquiera correccio–
nes afrentosas, por ser gen te ele ninguna vergüenza,
con cuyo contagio es indecible lo que padecen aque–
llos pobres vecinos, principalmente los más inváli–
dos é indefensos, por su destitución á la atrevida in–
solencia de dichos hechiceros, que en la mayor par–
te, abroquelados ele el respeto de los amos, aquellos
que sirven á personas poderosas ó conventos
y
mo–
nasterios ele las religiones, son más audaces, obser–
vando para con los amos una exterior
y
fingida jus–
tificación: por lo que en nombre de dicha ciudad de
Córdoba y ele su parte, como cristiano católico su–
plica rendidamente á V. S.
I.
se ·sirva proveer en su
reforma
y
remedio que extermine
y
consuma aquel
infernal fuego que vorazmente produce tan lamen–
tables consecuencias, lo q-oe no podrá conseguirse
sin que V. S .
I.
dé
y
confiera ámplia comisión á per–
sona que con cristiano celo se dedique
¡;,.l
conoci–
miento ele estas causas
y
castigos ele culpados con