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CXLVI

. LA INQUISICIÓN

en muchos años ni se les

'te

oir misa ni cumplir

con la Iglesia, ni otras muestras .de cristianos, y asl

ha sucedido vivir algunos judíos en esta ciudad mu–

chos años sin saberse lo que eran, y amanecer des–

pués en LoHdres

ó

en Amsterdam como judíos.

La introducción de libros prohibidos y de mala

doctrina, por esta misma vía de la colonia portu–

guesa, y por los mismos registros de España, prin–

cipalmente en lengua francesa y inglesa, es tan li–

bre como ninguna la diligencia que aquí se practica

en visitar por paL'te del Santo Tribunal las embarca–

ciones en que se traen por los mercaderes y pasa–

jeros, ni después de introducidos es fácil el sacarlos

de poder de los que los tienen. porque los comisa–

rios son poco temidos y respetados, y en ellos uo

hay toda la entereza y resolución necesaria para ha–

cerse obedecer, principalmente de los que son algo

poderosos.

En estos anos me han sucedido

á

mí Jos casos

particulares en esta materia, que prueban lo que aca–

bo de decir. Llegué un día

á.

una tienda ele un mer–

cader, donde, entre otros géneros, tenía

á

Yender al–

gunos libros entre ellos encontré uno prohibido en–

tre los ue primera clase, y con disimulo pregunté

al mercader si tenía muchos juegos de aquel libro y

si había vendido alguno y

á.

quién. Hespondióme el

mercader con ingenuidad: «que sólo tresjuegos ha–

bía tenido, y que de ellos había con'lprado uno cierta

persona constituida en dignidad, y que sólo le habían

quedado el ·que yo tenia en las manos y otro que

luego me puso delante, diciéndome: «es increÍble lo

que han sido buscados estos libros después que

vendí el primero, pero yo viendo el aprecio 'que ha–

cían dellos, me he puesto en un precio muy alto,