LXVIII
LA INQUISICIÓN
Gutiérrez de Ulloa en su audiencia de la tarde, pa–
resció sin ser llamado un fra'ile del hábito de San
Francisco, que se dijo llamar fray Diego de la Vera,
y como
f~1é
presente, fué dél tomado
é
rescebiclo ju–
ramento en forma debida de derecho, so cargo del
cual prometió decir verdad, y dijo ser natural de
Coacos, en la Vera de Plasencia, y ser sacerdote, y
ser de edad de cuarenta y dos años, y que por des–
cargo de su conciencia viene á decir y mai1ifestar en
este Sancto Oficio, cómo, estando este testigo en la
ciudad de San Miguel d.e Tucume:'tn, se vió que de par·
te del obispo de aquella provincia de Tucumán, que
se llama don fray Francisco de Vitoria, fraile domini–
co, se publicó un auto ó edito por el cual rese'rvaba
á sí la abse>lución · de ciertos casos, y decía el dicho
auto que no pudiesen · ser absueltos dellos aunque
tuviesen la bula de la cruzada, y decía el auto, por
cuanto el dicho Obispo era.oomisario ele la cruzada;
y á este testigo le ca.usó escándalo ver que el infe–
rior quisiese derogar lo que el Papa concede por la
dicha bula de la cruzada, y que el dicho auto se pu–
blicó,
á.
lo que este testigo oyó decir, en todas las
ciudades de la dicha provincia de Tucumán.
Y
preguntado, dijo: que en aquella provincia no
se ha predicado la bula de la cruzada, y ansí no
sabe como es comisario de ella el Obispo.
Item, dijo: que oyó decir al chantre Diego Peclre–
ro, y fué público en Tucumán, que el dicho Obispo
había hecho alguacil de la Sancta Inquisición á Pe–
dro Cobo, vecino de la ciudad de Nuestra Seiíora de
Talavera de Esteco, en Tucumán, y que después di–
cen que decía el Obispo, (<hele yo hecho más bien
que merecía dándole la Yara de alguacil del Sancto
Oficio~
y
no quiere aviarme;»
y
que en la di-