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.LA INQUISICIÓN
puertas de la call e de sus casas aquell a mañana
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contra su costumbre; qne la empl ea ron toda en ob–
servar con anteojos desde uno de s us · balcones
cuanto, á su pesar, sucedió delante del palacio del
Gobi erno , yq neso n, por su parti cu la r carácter
y
por
el de su oficio, enemigos naturales de todo gobierno
li beral
6.
ilu str<::do .
«Uno de los derechos inmanen tes del pueblo, con–
cluía el P residente de la J
u11ta,
es la resis tencia á
la
a rbitrariedad
y
op resió n ,
y
en uso de él, co n estos
a ntecedentes no ha podido ped ir
el
de esta ciudad
una cosa rnás justa
y
necesaria para su libertad
y
seguridad personal qu e la extinció11 de dicho Tribu–
naL>)
Y no se despeclia del Obispo sin prevenirle, de or–
den clol Gobierno, ccque quitase
y
quemase inmed ia–
tament e esas tablus do los condenados por la Inqui–
sición extin gnicla de esta ciud ad ex istentes en la Ca–
tedra l, que profanan aquel templo,
y
los ed ictos
y
demás papeles fijados en las iglesias .>)
1
Mientras tanto, el plazo fijado para la sal id a de los
I nquisidores estaba pasado con exceso, y éstos no so
movia n)
y,
sin eluda, a lg ún enredo esta.rian traman–
do ya, euanclo al enviárse]es sus pasaportes, ell 7 de
diciembre , se ordenó que debían seguirles precisa–
mente el nu ncio, el alcaid e
y
el seceetario don Casi–
miro Gareía Homero .
Pareceeá curioso sabe t' lo que los inquisidores es–
eribian al Consej o la víspera de su partida: «Pro–
clamada por el Gobieeno, decían, s u absol uta in de-
r. Oficio de r r d e diciemb :·e de
18 11,