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CE~ERAt~

~19

·con

crímene~

que no .se perdoriarian

á

los

Siglo.

si~ples fiel~s;

y

en -6n si

otros

tuviéron

opi·

XVII.

mones parttcu1ares acerca de algunos _pun–

tos

de

fe: ~ no

se

probará

jamas que. en

sus

.

/

.

mayores

exrrav1os ntnguno de ellc;>s haya te":"

ni~o

la

temeridad

de

pretender

que

obraba .

y

hablaba cor:no cabeza

de

la

Iglesia. Al

contrario

hemos ·

mostrado que ésta

condu–

CÍ·1a

por

el

espíritu d:

Dios,

que es el

espí–

riru de: justicia

y

de

pureza,

ha condenado

su

conducta,

y

aun ha llevado

algt1na

vez

la

se•

veridad

hasra

infamar _

su memoria ..

!

2

l-Iemos

visto

que

el

Chris~ianisn1o

·se

estableció

"obre

dos fundamentos ·permanen–

tes, la

autoridad

de

Ja palabra Divina.,

y

la

de

los

enviados que Dios

ha

bia elegido para

. anunciarla

á

los

hombres.. Los medios

con

.que se conserv6

y

perpetu6 de siglo en

si–

glo. . hasta nuestros

diasw

son de la misma na•

turnleza

y

reunen

los

mhmos

b{;'neficios.

La

palabra

de

Dios es

siempre regla,

y

as·egu- .

ra nuestra fe,

y

confiada ' en la

vigilancia–

de ]a

IgJe~ia

,

ella es quien nos enseña

1

á

conocerla ,

y

quien nos manda escucharla.

La palabra de Dios nos dice quáles son las

señales

de

la

Ialesia

depo~ica.ria

de

1~

ver-

o

,

.,

d b

dad ,

y

por

ellas sabemos a quten

e

emos

acudir

para ser'

in.::

truidos

~n

todo.

lo

que

es necesario _creer., La Igtesta nos d1ce

des–

pues lo

que

la palabra de

Dios

encierra ,

Y

Dd

z

el