. (;J!NERA
T...
I Z!
~cien: otra~
derogaba las 6rdenes del Vi–
:ario General
que el
Arzobispo
de Tolosa
1abia
nombrado con 6rdenes contrarias:
y
í
pesar de la vigilancia de los encargados
por la
Corte para mantener el buen
órden
en ]a
Ciudad,
h~llaba
personas
bastante atre...
vidas para fixar]as en las puertas de la
Ca–
tedral,
y
en
las detnls.
partes donde todo
el
mundo las pudiese leer. Este combate
en~
tre dos Superiores Eclesiásticos de una mis–
ma
Diócesis, empleados el
uno
en destruir
lo que el
otro
hacia, traia
á
la
n1emoria
de
un modo
muy
seguro,
aunque
en
un qua–
dro reducido, los desgraciados tiempos en
que
muchos Pontífices disputándose
la Si–
lla Apost6lica disparaban el uno
contra
el
!otro
anatemas
y
imprecaciones,
y
escanda-
1lizaban
al mundo Christiano ,
que
se
esfor–
~aba
á
someterse
á
sns
1eyes.
Un
conflicto
'tan
público
y
tan
patente de
jurisdiccion
no
'podia dexar de
producir
las mas
tristes
con–
,stqüencia : los
Ecle
iásticos ,
y
los
Reli
io–
,sos ,
empleJd~s
en su
ministerio ,
las
reli–
,giosas
en
sus rnas
ocultos
re
ti
ros .,
los legos
de
qualquiera
estado
y
profesion,
en
una
palabra los cuerpos
y
los particulares , se de–
clarlban
por
el
uno,
ó
por
el
otro
Vicario
General :
y
como
su cede
regularn1ente en
est s suertes de ci rcun stancia , los enlaces, las
preocupaciones
y
el in teres decidian del pa :-
tl -
Siglo
....
XVII.