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tada. Hablo de la Penitencia que se exige de los fieles, en la cual
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jamas debe leerse publicamente la confesion escrita en cartapa–
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cio, dbiide está registrado
la especie de cada uno de sus pecados,
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siendo asi qne es suficiente acusar los pecados de las conciencias
>>
á
solos los Sacerdotes
EN LA CONFESION SECRETA
(1).
>>
¿Dónde
está, Sr. De Sanctis,
la confesion de todos ,los pecados, no en
pú–
blico, sino al Sacerdote, con facultad de publicarlos ·en la iglesia
segun su prudencia, abolida por el astuto Leon,
y
sostituida por
la confesion de solo
los
pecados sujetos
á
la pública confesion,
ó
·que publicados habrian podido ser castigados por los magistrados?
No dice terminantemente el Santo Pontifiee, que segun la Regla de
los Apostoles deben confesarse, en la confesion
secreta,
á solo el
Sacerdote,
los pecados de las conciencias
y
el genero
ó
especie de
cada uno de ellos?
El grande San Lean no hacia innovacion alguna
en el dogma
y
la disciplina
divino-apostolica,
sino que exigía su
fiel cumplimíento y proscribía todo abuso en contrario. Apoyaba
1
el erudito y prudente Pontífice 1a doctrina evange.lico-apostolica con
razones de congruencia en estos términos ;
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Aunque pues parece
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ser laudable la plenitud de la fe de los que, por el temor de Dios,
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no s'e averguenzan de publícar sus pecados ante los hombres;
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sin embargo, como no de todos los que piden la Penitencia, son
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sus pecados de tal naturaleza, que no presenten dificultades para
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ser publicados, debe .ser removida tan reprobable costumbre,
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á
fin de que muchos no se retraigan de los remedios de la Peni–
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tencia, sea por la verguenza? sea por que teman descubrir á sus
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enemigos ciertos hechos propios, que puedan estar sometidos á
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la accion penal de las leyes. Es pues suficiente aquella confesion,
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que s·e hace primero
á
Dios
y
despues tambien al Sacerdote que
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se presenta como intercesor por los pecados de los penitentes. En..
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tonces en fin muchos se estimularán
á
la recepcion de la Peni-
(i)
En el capitulo
vm,
pag. H 7 de esta obrita dimos el texto latino.