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s notorio
á
todos los siglos, que el santo y beatísimo
Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, columna
de la fé
y
fundamento de la Iglesia Católica, recibió
de Cristo Señor Nuestro, Salvador
y
Redentor del li–
nage humano, las llaves del reino;
y
qne hasta hoy
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fundada por el mismo Pedro
y
consagrada con su san–
'gre (l)•, Sígnese de aquí, que quien
á
Pedro sucede
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Iglesia. Asi permanece inalterable la disposicion de
la Verdad,
y
el Bienaventurado Pedro, perseverando
en la misma fortaleza de piedra, no ha dejado de sus
manos el timon de la Iglesia una
vez
tomado
(2),
Por
esta razon ha sido aiempre necesario que, en atencion
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su mas poderoso principado, se conformen con la
Iglesia Romana todas las Iglesias, esto es, todos los
~::~adSe~e~ªdel\!~:!i ~~:n~~ 1~sed~~:~h~s ~~nlae!~~
neranda comunion
á
todos, como miembros incorpo–
rados con su cabeza, formen un solo cuerpo compac–
to (3),
Si alguno, pues, dijere que no es de institncion del
mismo Cristo Nuestro Señor, ósea de derecho divino,
el que el Bienaventurado Pedro tenga sucesores per-
k~::i~~~0P~n~:~~ºe!~~r=n~~~~r1~e1l~~·~~roq~~
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mismo Primado; sea excomulgado,
(l~
Conoilio F.fcsino, Aot. III.
(2 San Leon
Senn.
111, cap-3.
(3
S.1n
Ircneo,
Libro llI contra las heregtas;
cap. 3;
y
el Cono. de Aquilcyo, segun se halla en la epístola XI de las
de Sán Ambrosio.