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J2 -

querido decir sobre las impot·lctntísimas

t.:0 11usJOlH.'S

que ha desempe–

úado

y

sigue desemp 'liando en H.oma S. E.

I.

Jada sobre su notable

y

muy celebrado discurso ele

Ccitechisnio Parvo.

Jada sobre las respetuosas consideraciones con que es tratado por la

ciudad eterna; pero hoy, cuando las públicas alabanzas ele los extraños

ll egan hasta nosotros, callar no es posible; no debemos, no podemos

guardar silencio. No creemos justo privar al virtuoso clero y piadosos

fi eles diocesanos de la satisfaccion y gozo que experimentarán induda–

blemente al leer estas mal escritas líneas.

Perclónenos S. E.

I.,

y reciba con su natural bonevolencia nuestra

sincera

y

re ·petuosísima felicitacion. Su triunfo es sup1,rior á nuestro

elogio. Su mérito excede nuestras alabanzas. Con razon podemos por

lo mismo acomodarle aquellas palabras del sagrado texto :

Mojar

esl

sapientia et opera tuci) quciin rumor qiiem ciiiclivi

(t).))

Hasta aquí el merecido elogio que en el

Boletín Ecles-iástico

<le

Cuenca se consagra el sabio Prelado ele aquella Diócesis. Por nuestra

parte experimentamos una viva satisfaccion al reproducirlo, y dejar

consignado en nuestra obra que el Excmo. é Ilmo. Sr. D. Miguel Payá

y

Rico, dignísimo obispo de Ja Diócesis de Cuenca en España, fue en

el

Concilio Vaticano una gloria de nuestra nacion. Hemos tenido el honor

de visitarle repetidas veces en la ciudad eterna mereciéndole la más

fa–

vorable acogida, y podemos decir que este ilustre Prelado reune á su

profunda sabiduría la gran modestia que es como propiedad de los ver–

daderos sabios

y

que suele hallarse muy lejos de Jos semi-sabios del

mundo: esta cualidad la enaltece sobremanera,

y

Roma que sabe dar á

cada individuo el lugar que le pertenece, Roma dentro de cuyos muros se

encierran los hombres más eminentes en las ciencias, profesa con razon

gran estimacion á los obispos españoles y admira entre todos por su

sabiduría, por sus virtudes y dernas cualidades al Prelado de Cuenca;

¡Dios le conserve dilatados años, para bien de la grey que le ha sido en–

comendada! Sabemos como el autor del artículo que hemos reproduci–

do que estos elogios lastimarán su modestia, pero nos creemos obligados

en conciencia á tributárselos.

A vista de estos grandes hombres tan firmes en medio de las tempes–

tades revolucionarias, no sabemos cómo el señor Rey habla de

virtu–

des,

queriéndolas ver tan solamente en los que han sostenido la ban–

dera de la oposicion. Y si nos concretamos á los obispos franceses , de

(1)

111 l\cg.

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7.