- . 33-
á los derechos agenos, que es la verdadera
libertad; y una·docilidad
y
obediencia ili–
mitadas á los ordenamientos divinos.
El pueblo, cuyas 0cupaciones son pu–
ra y constantemente mecánicas, tiende por
su naturaleza á mantenerse en un estado
habitual de inocencia y sencillez de cos–
tumbres, que pudiéramos Hamar una in–
fancia perpetua, en la que solo hay cora–
zon y sentidos. Su espíritu no puede ele–
varse á las abstracciones de los conoci–
mientos humanos, ni cultivar las ciencias
en sus primeros rudimentos, cuya ense–
ñanza sería tan dificil, como inútil y peli–
grosa; porque los conocimientos á medias
y superficiales, son mas comunes y n@civos
de lo que generalmente se piensa y con–
viene. Estas luces falsas y mentidas son
el oprobio del hombre y un principio de
muerte para los Estados. La razon del
pueblo son y deben ser sus sentimientos,
que la educacion ha de dirigir, formando
su corazon mas bien que su espíritu. Para
suplir á la insuficiencia de su razon y ejer–
cer útilmente las respectivas profesiones
de su esfera, la sociedad ó el gobierno han
de facilitarle las noeiones de uso y aplica–
cion en todas las ocupaciones y urgencias
de la vida.
5