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á los derechos agenos, que es la verdadera

libertad; y una·docilidad

y

obediencia ili–

mitadas á los ordenamientos divinos.

El pueblo, cuyas 0cupaciones son pu–

ra y constantemente mecánicas, tiende por

su naturaleza á mantenerse en un estado

habitual de inocencia y sencillez de cos–

tumbres, que pudiéramos Hamar una in–

fancia perpetua, en la que solo hay cora–

zon y sentidos. Su espíritu no puede ele–

varse á las abstracciones de los conoci–

mientos humanos, ni cultivar las ciencias

en sus primeros rudimentos, cuya ense–

ñanza sería tan dificil, como inútil y peli–

grosa; porque los conocimientos á medias

y superficiales, son mas comunes y n@civos

de lo que generalmente se piensa y con–

viene. Estas luces falsas y mentidas son

el oprobio del hombre y un principio de

muerte para los Estados. La razon del

pueblo son y deben ser sus sentimientos,

que la educacion ha de dirigir, formando

su corazon mas bien que su espíritu. Para

suplir á la insuficiencia de su razon y ejer–

cer útilmente las respectivas profesiones

de su esfera, la sociedad ó el gobierno han

de facilitarle las noeiones de uso y aplica–

cion en todas las ocupaciones y urgencias

de la vida.

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