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cuando prevejanÍos los trastornos sociales ;
consigujentes á la con:fiagracion que ha esta–
llado en el mundo antiguo, y que Dios sabe, y
solo Dios, cuando se extinguirá; cuando todo
est<'> posaba sobre nuestro ánimo abatido, ha–
cié:ndqno~
gemir en el silencio
y
á los pies de
la imágen de nuestro adorable Redentor, un
dolor nuevo, una angustia mas grande y un
temor ll!as grave han venido á con turbarnos y
hacernos redoblar nuestras plegar
ias al Padre
de las misericordias y Dios de toda consolaci.on',
al Unico que puede consolarnos en todas nues–
tras tribulaciones. ·
Este dolor, esta angustia, este grave temor
son producidos, "bien lo sabeis, venerables her–
:r;na.nos y amados hijos nuestros, por las reite–
radas y Qiertas u.uevas. de la sacrílega invasion
que
s~
ha oonsum,ado en: el territorio de los
Estª'aos Pontificios y hasta en la misma ciudad
de Roma, en rlonde· el Sumo Pontífice tiene su.
veneranda Sede desde. el siglo
I
de la era cris–
tiana. El gobierno del rey Victor Manuel
II,,
cediendo lastiraosamente
á;
las instigaciones de
sus malos consejeros ha dispuesto aquel aten–
tado,
lo
ha anunoiado oficialmente al Soberano
Pontitice,
y
lo h.a llevado á cabo muy poco
despues que
salie~an '
de Roma · las tropas
_francesas que la guarnecian. ¡Cómo si los
derechos del Sum0 Pontífice hubiéranse amen–
guado
porquE;~
no
los defendían las bayone–
tas de la Francia!. ¡ComQ si no fuera mas. res ..
petable en su debilidad fisica el Augusto So–
berano ante el cual se inclinaron los padres del
actual invasor, y ele cuyas manos venerables
r ecibieron, en t.iempos mas felices, _el divino