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tencia. Y preci samente, porque l a reconocemos
y
la
acatamos, como obra de Dios, a utor de la..naturaleza,
se riamos los prime ros en pro trsta r, si Ja autorida d ecle–
siástica presumiese arrog:use la menor ingerencia en
el nombramiento de los altos funciona ri os civiles, baj o
el frívolo pre texto de que estas at-Jtorirlades pueden
a lg una vez se r hostiles á los intereses de ]a Iglesia ;
y
conclena riarri os, igua lmente,
PI
procedimiento de ]a au–
toridad eclesiástiea, si, por ej emplo, en vez de reco·
menclar
la
ohPcliencia á los funrion nrios nornh raclos po r
e l Jt>fe de l Estado, prerlicase su desconocimiento
é
in–
cit ase
á
la rebelion. '
Todü esto Sfl ria man ifies tamente contrrt ri o
a
la p le–
na
y
perfeeta independencia de que deben gozar los
G obiernos en el úrclen político. Reconociendo y pro–
fesando esta doctrina, solo exigirnos que nuestros
ad versa rios aplique n con imparcialidad los misinos
prin cipios, cuando se t rata de la indPpendencia de
l:l
Iglesi¡:¡ , en e l r"jercicio de los derechos
y
de las
f un ciOnes, que
In
fur ron confe ridas po r su Divino Fu n-·
dado r. La ap licnc,io n es fácil
y
las consr.cuPncias no
pueden ser-mas claras, para los que no quieran cerra r
los oj os
á
la luz
clf~
la p,videncia .
Pero, es un hecho, dicen, que los Soberanos cat.óli·
cos ha n ejerci tado ciPrios dPrechos en la eleccion
y
nombramiento de los Obispos, con not icia y aprobacion
de la
m i ~ ma auto rid t=~d
eclesiás ti ca. N o desconocemos
- el hecho; mas de él solo se dedu ce que no le sea vecla–
do á la autoridad eclesiástica e l permitir, en c ie rtos
casos,
y
tarn bien e l concede r que los Soberanos teñ–
g an al gu na ingrre ncia en la eleccion de los Obispos.
E n cuanto al de rf'c llü de sobe ra nía, los J efes el e los
E stados ca tóli cos son ig ua l0.s
á
los J e ft>s de los Es ta–
dos no católicos. La calid ad de ca tóli cos les impo ne
mas bien el dPhe r de respe tar la a uto ri da d establ ecid a
por
Di~s
e n la I g-lesia
y
de proteger la libe rtad
é
in–
depencJ a de la mi sma. S i cumple n bif'n con este de–
be r, la Igl esia , Mnd re amo rosa , no ha de jarlo nunca
dP rodea r la a utoridnd dP los Sobe ra nos
de
honores
y
priv il egios, mas ó mP-.nos insignes. De aquí ha nacido
el de recho en los S oberanos de presenta r Obispos.