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seer g ran parte del célebre código que ha servido de ba–
se para la legislación universal, conservaba llagas pro–
fundas, cánceres terribles en su organismo moral, tales
como la esclavitud para la g ran mayoría de los ciudada–
nos, reduciendo al individuo al estado más ruín y deplo–
rable.
¿Y en qué condición estaba la mujer: la noble
y
dulce
compañera que criara Dios en el paraíso para que fuera
su más bello ideal, el objetivo digno de sus ilusiones, de
sus encantos y de su amor, el aliento en el fatigoso ca–
mino de la vida, el consuelo de sus dolores; la tierna
y
balbuciente hija, cuya angelical sonrisa encanta
y
arro–
ba nuestro sér; la dulce, cariñosa y solícita madre, desti–
nada
á
educar vi rtu osos hijos para el cielo, altivos y es–
forzados ciudadanos para la Patria? Además de esclava,
era vil instrumento de torpes y degradantes placeres.
¿Qué era de las costumbres
y
virtudes de los patriar–
cas, qué de la justicia, qué de la equidad ? ¿Qué suerte
le cabía á la desgracia?
Volvamos la vista de este cuadro de horror, de esta
noche tenebrosa, para detenerla allá en el Oriente donde
aparece una sonrosada au rora, de indefinibles ful gores,
de celajes divinos, pues ha nacido ya la Virgen pura, que
oirá en breve el saludo misterioso de Gabriel, madre
y
precursora del Sol de justicia que vino
á
ser para el hom–
bre el camino, la verdad
y
la vida. ¡Sí, María y Jesús: os
contemplo al través de las edades, os reconozco, os amo
y
os adoro con toda la efusión de mi alma!
Después de su rápido paso por la tierra derramando
el bien por todas partes, y de predicar una doctrifla del
todo contraria á las pasiones y preocupaciones de la épo–
ca; muere mártir en una cruz por la salud del mundo, re–
conciliando á la humanidad con el Creador eterno, po–
niendo la piedra angular del grande
y
majestuoso edifi–
cio del progreso cristiano. después de haber proclamado
muy alto los célebres principios de libertad, igualdad
y
fraternidad en su genuin o sentido,
y
no en l:;t ridícula
parodia
y
sarcasmo sangriento que de ellos ha hecho el
radicalismo, que convierte la libertad en permanente
y
odiosa tiranía para el bien; la igualdad en la desgracia
del talento, la virtud y el mérito al último nivel de la
inepcia, el vicio
y
el crimen; la fraternidad católica que