TRATADO OCTAVO.
CAPITULO PHJMELlO.
DEL SANTISli\10 SACRA!UENTO DEL ALTAU.
Entre todos los misterios de la Religion cristiana, el que mas
ha Je menester el ejercicío de la
fe,
es el Santísimo Sacramen lo
del Altar , en el cual no se ha Je buscar razon, porque es aJmira–
ble, ni ejemplo, porque es singular,
y
por eso le llama la Igle–
sia misterio Je
fe,
porque en todos los demas tiene algun lugar la
lumbre,
y
razon natural para ayuJar
á
la
fe;
mas en este divino
Sacramento, totalmente se han Je cautivar el entendimie11lo
y
la
razon humana, y cerrar los ojos y los demas sentidos esteriores , y
abrir solo los oidos para oir lo c¡ue de este misterio le enseiia la
fe,
y
el amor cree, teniendo por verdad católica las palabras de Cristo,
y
espli('.acion de su Iglesia; porque la vista, el gusto, el tacto
y
el
olfato se cngat'ian; porque por el oido solo acierta el alma, creycn–
<lo simpl e
y
sinceramente, si11 mas escudrifiar, inquirir, ui cxami–
uar, que en dicie111lo
el
sacerdote las palabras de la consagracion,
está e11 la Hostia, y en el Cáliz el Cuerpo, Sangre, Alma
y
'<livini–
daJ del Vcrbo Eterno encarnado, vivo, glorioso, inmortal
é
im–
pasible, como es tá en el ciclo; no quedando pan en la Hostia , ni
viuo en el Cüliz, sino solo los accidentes, que llamarnos especies
sacramentales, mudando Cristo nuestro Señor en
1111
instante la
sustan cia del Pan en su _Cuerpo,
y
la
Jd
Vino en su Sangre, mu–
cho mejor que el calor natural muda los manj ares en carne
y
san–
gre tle quien los come
(1).
Y como las aves couvierten lo interior
del huevo en carne viva, sin tocar á la cüscara, así Cristo trueca
en sí
p.orotro modo milagroso lo interior tlel Pau
y
Viuo,
que es la
(1) S. T.
opus. tl c
Sacr~111 enlo .
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