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que los filósofos llegaron á comprender muchas

verdades, no pudieron ejercer influencia en el

pueblo que, viendolos entregados á continuas

y

sutiles disputas, no reconoció en ellos la auto–

ridad quP, dá la verdadera ciencia.

Necessitad de

u.n auxilio divino. -

Encontrandose el mundo en la mayor decaden–

cia, á causa de la degradacion en que yacía

y

de

la carencia de todas las virtudes privadas y so–

ciales, y no existiendo ninguna instit.ucion, nin–

gun medio humano que pudiera influir sobre

los pueblos corrompidos, era

indispensable,

para salvará la sociedad de una inminente diso–

lucion,

e-1

concurso de un auxilio superior, de

un medio sobrehumano ; era necesario que el

Mesias, el Salvador divino, el Hombre Dios

viniera á redimir al hombre.

El

Dlu.ndo

esperaba al Itlesias. -

Esta creencia se hallaba universalmente espar–

cida: el pueblo judio, cuya admirable historia no

es otra que la del :cumplimiento de todas las

profecías, fué su depositario

y

el encargado de

trásmitirla

á

todas las naciones. Este pueblo que

babia visto desarrollarse ante sus ojos todos lo5

acontecimientos que le habían sido anunciados,

no podia dudar de la venida del Redentor, prin–

cipal objeto de todas las promesas

y

la primera

de sus esperanzas. Entre las muchas profcsias

que anunciaban

a

los Judíos la venida del Mesías

eran las mas notables : la del mismo Dios en el

Paraíso, al imponer el castigo á Adan ; la pro–

mesa hecha á Abram de que el Redentor nace–

ría de su raza ; la profecía de Jacob, en que