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DOMINGO QUINTO

Qui enim vult vitam diligere, et dies videre

bono~,

coerceat linguam suam

á

malo:

el que desea gozar de la

vida,

y

ver dias felices, refrene su lengua para que no

diga ninguna cosa mala,

y

no permita á sus labios que

pronuncien falsedad alguna:

Et labia ejus ne loquantur

dolum.

Estas palabras las tornó el santo Apóstol del sal–

mo 33: en él dice David:

Quis est horno qui vult vitam,

diligit dies videre bonos?

z

Quiere el hombre tener una

vida feliz, y que sus dias sean todos

alegres~

Prohibe

linguarn tuam

d

malo,

et

labia

tua

ne loquantur

d~lum:

Prohíbale á su lengua . t_orla ..-expresión ma'.la ,

y

haga que

sus labios jamás digan cosa que no sea verdadera. Como

era el mismo Espíritu santo el que inspiraba á los pro;.

fetas y á los apóstoles, no hay que admirarse que ten–

gan los mismos sentimientos,

y

que digan muchas veces

lo mismo únos que ótros. El freno de la lengua, la re–

serva, la circunspeccion, la moderacion en el hablar, la

caridad

y

prudencia en las palabras han sido siempre re–

comendadas como absolutamente necesarias á la devo._

cion

y

á la felicidad de la vida. El que no se resvala en

sus palabras es un hombre perfecto, dice el apóstol San–

ti.ago. .La lengua es un freno que hace al hombre dócil

y

fácil de gobernar; y así como un timen, por mas; peque–

ño que sea, regla la ruta de los mayores navíos, sin em–

bargo de la violencia de los vientos y de las olas ; del

mismo modo, añade el santo Apóstol, la lengua es un

miembro á la verdad muy pequeño; pero hace cosas gran–

des

y

muy ruidosas. Ya veis corno una pavesa peque–

ña abrasa una gran selva: la lengua es tarnbien un fuego,

y

un agregado de toda suerte de iniquidades:

Ecce quan–

tus ignis quam magnam sylvttm incendit

:

et JinJ!ua ignis

est, universitas iniquitatis.

No hay bestias salvages, ni

otros animales que no sujete el hombre, y que no haya

sujetado; pero á la lengua ningun hombre la puede su–

jetar (sin la gracia): es un mal incapaz de qtúetud, está

llena de un veneno mortal. Todo esto es del a postol San–

tiago. Ninguna cosa turba tanto nuestra quietud, ninguna

causa tantas divisiones

y

enemistades corno la lengua; así–

mismo nada descubre mejor el interior de un hombre:

por mas que se disimule, la lengua tardeó temprano qui–

ta la mascarilla

á

la hipocresía: élla habla el lenguage