DESPUES DE PENTECOSTES.
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a
Daniele propheta
,
stantem in loco sancto:
cuando vié–
reis en el lugar santo la abominacion de la desolacion de
que habló el profeta Daniel. Describe este Profeta en el
séptimo
y
nono de sus capítulos la entera ruina de Je–
rusal~n
, cuya época,
gun él, está señalada despues de
la muerte de Jesucristo, al tiempo que la aborninacion
. estaria en el lugar santo; lo que sucedió durante el sitio de
la ciudad por los romanos, por las muertes
é
infamias
que se cometían en
él;
y
tambien cuando tomada la ciu–
dad, los romanos colocaron en
él
sus insignias llenas de
fi–
guras de sus falsos dioses.
San Agustín , san Gerónimo, el venerable Beda,
y
la
mayor parte de los intérpretes creen que en este pasage
del evangelio habla el Salvador de estos dos grandes acon–
tecimientos, de la ruina entera de Jerusalen,
y
del jui–
cio univer al al fin del mundo,
y
quizá por esto añade
estas palabras:
.Qui legit, intelligat:
El
que lee esta pro–
fecía procure comprenderla bien ,
y
descifrar el senti–
do de élla, distinguiendo los hechos. Como la corrupcion
universal de toda carne precedió al diluvio, así tambien
la iniquidad, es decir, todo género de vicios, de abomina–
ciones, de impurezas, las que inundaror. toda la
tie–
rra como un torrente que sale de madre, precederán á
e
tos dos acontecimientos. Esta abominacion de la desola–
cion fue la horrible profanacion que lo mismos judíos
hi ieron del templo durante el sitio de Jeru alen, cuan–
do una tropa de gente ruin
y
de foragidos, apoderados
de e te lugar anto , cometieron en él todos lbs desórde •
ne
imaginables.
E
ta
abominacion de la desolacion suce–
derá tambien al fin de lo
siglos por la horrible profa–
nacion que se hará entonces de nuestros sagrados mi te–
rios,
y
de todo lo que hay ma
agrado en la religion.
La
profanacioo de las co as santas es la señal ma clara
de que el enojo de Dio es extremado,
y
es la señal ma
cierta de que u venganza no e
tá
lejo •
Qui in Judma
sHnt,
fugiant nd
montes:
Los que
e
tu–
vi ren en la Judea en aquel tiempo, huyan
á
los mon–
te . Acon ejó
á
lo que e hallaren entonces ea la J udea
qu dex n el p
i
llano
y
ganen la alturas;
y
el que e -
tuviere obre
l tecbo, no baxe ni aun á tomar co a al-
una
e u e, a·
y
que
1
que estu·1iere en
l
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