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DESPUES DE PENTECOSTES.
18
r
Dios era
á
los hombres, ha hablado, por decido así, el
lenguage de los hombres; pero estos términos, estas ex–
presiones, este lenguage encierra el sentido de Dios. La
letra no es otra cosa que la corteza, baxo la cual está
escondido un sentido místico
y
todo divino. Y no hay ótro
que el Espíritu divino, que baxo de la letra humana pue–
da descubrir el sentido espiritual, que es frecuentemente
el solo verdade ro: el espíritu del hombre no puede pa–
sar mas allá de la corteza sin extraviarse y desbarrar;
y
como no ve sino lo que la letra presenta naturalmen–
te
á
su espíritu , no concibe en élla sino lo que está den–
tro de la esfera de su entendimiento; y .si quiere ir mas
lejos, da en mil precipicios: solo el espíritu de Dio" pue–
de entender y penetrar el verdadero sentido del lengua–
ge de Dios. Veis aquí por qué antes de la venida del Sal–
vador no tuvo el pueblo judáico sino una inteligencia ba–
xa , material
y
grosera de la Escritura; no concebía en
élla nada que no fuese terreno
y
natural. Solos los san–
tos patriarcas , los profetas, y algunos otros santos del
antiguo Testamento penetraron el sentido espiritual de los
libros santos; pero esto fue por una especial revelacion
de Dios. Solo Jesucristo pudo darnos la inteligencia de lo
que contienen : dexando su espíritu á su Iglesia, le dexó
con él el depósito de la fe, la inteligencia de las ,santas
Escrituras;
y
si élla sola tiene el derecho enagenable de
conocer su verdadero sentido,
y
de descubrirnoslo, á élla
sola pertenece el derecho de interpretar
y
de enseñar:
es imposible que yerre esta Iglesia; pues el Espíricu san–
to es quien la aníma, la gobierna,
y
la ilumina: fuera
de su escuela, no hay sino ignorancia, ilusion, falseda
j,
extravagancia: fuera de la Iglesia no hay sino tiniebl1s·
y
si raya alguna luz, ésta no puede ser sino aquellas som:
brías vislumbres que las malignas exhalaciones producen;
falso resplandor, fuegos fátuos, que llevan todos al pre–
cipicio,
y
que hacen extraviarse
y
desbarrar. Mirad á to–
dos los hereges·que ha habido desde el nacimienco de la
Iglesia: no ha habido úno que no haya seguido su pro–
pio e píritu
y
sus propias luces con perjuicio de la ver–
.dad. Obstinados en no querer oirá la Iglesia, ¡en qué ho-
rrendª's extravagancias, en qué lastimosos errorec; no han
caido, no siguiendo sino las débiles luces de su enteodi-
Tom.
V.
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