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50

MIÉRCótES SEGUNDO

quienes todo lisonjea! Al

contr~ri.o

i

queréis

~ermar

idea

de lo que es verdaderamente

felicidad~

i

queréis encontrar

un ·hombre feliz , dice el Salvador del

mundo~

Buscadlo

en las ad··Prsida4es:

Beati

qu,'¡

lúgent.

Toda la religion se

levanta contra nosotros, y nos desmiente cuando llama–

mos descEchas

á

las crucer>. Sin emb4rgo,

i

baxo qué otra

cara se mi ran el dia de hoy en el mundo?

Que ,un pagano mire una .pérdida de hacienda, un pley–

to perdido, un reves de fortlina . como un mal, no hay

que extraña rlo: este hombre discurre segun sus principios;

pero un cr istiano, ilustrado con las luces de la fe, criado

en la escuela de Jesucristo, instruido en su. doctrina, ¿pue–

de . ignorar que las adversidades de esta vida son como

fas prendas de la eternidad

bienaven~urada?

i

que ·las cru- ·

ées son el contraveneno de las pasiones, el remed_io efi–

caz contra las' humillaciones del corazon, y contra las en–

fermedades del espíritu? ¿que todas tienen su valor; y que

l as aflicciones presentes producen en nosotros, como ha–

bla san Pablo, un peso eterno de gloria, en un alto gra–

do de excelencia mas allá de toda medida? Ved aquí lo

que el Salvador del mundo nos propone como un objeto

d igno

d~

nuestra estimacion y de

nues~ro

amor. Ved aquí

lo que todas las gentes cuerdas y virtuosas han buscado

siempre con el mayor-ardor; y ved _aquí lo que toda la

Jglesia, lo que Dios mismo estima, honra y recompensa

tan liberalmente en los sfieles.

Porq.ue

las cruces sean des–

agrad a12_les á los sentidos,

i

son por eso menos preciosas?

¡-Ah! sé estima un remedio, por mas

amar.ge

qu~

sea: no

'se repara en lo que cuesta, solo con que estemos per–

s.uadidos á que puede .c;onservarnos la vida algunos dias:

la esperanza de ganar algunos reales, el deseo de conse–

guir un empleo, hacen aceptar, ·hacen ·amar hasta los pe-

, ligros de los viages por mar, hasta los . penosos

traba~

jos de la guerra. El cielo es ciertamente el preefo de las

aflicciones padecidas con un corazon cristiano : el mis–

mo Dios quiere ser sü recompensa. No hay otro camino

para ir al cielo que el de las aflicciones; son el carácter

de los escogidos de Dios: las enfermedades y las adver-

. sidádes son propiamente el taller

do~d!e

los Amadeos, las

Isabeles , y todos los santos labraron sus coronas.

i

Y es–

tas cruces no tendrán jamás atractivo para 'mí?

~No

las