![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0055.jpg)
DE CUARESMA.
45
recibireis la corona que mi Padre
y
yo os hemos prepa–
rado desde la eternidad. La súplica que acababa de hacer
la madre de los dos discípulos , causó algunos zelos ,
y
aun alguna indignacion en los otros diez que se hallaban
presentes: lo que le obligó al Salvador á darles esta bella
leccion de humildad, tan opuesta al espíritu del mundo,
en que les declara, que el medio para llegar
á
ocupar el
primer puesto en el cielo, es tomar el último lugar en la
tierra;
y
si se quiere ser mas grande que los ótros, es pre–
ciso
hacerse servidor de éllos,
y
mas peqúeño que éllos.
En esto debeis poner vqestros puntos, ésta debe ser vues–
tra ansia y vuestra pasion: tomad exemplo de mí, aña–
dió : yo debo ser vuestro modelo : yo no he venido para
ser servido, sino para servirá los ótros, y para dar la vi–
da á aquellos mismos que me darán la muerte.
La oracion de la mfra de este dia es la siguiente.
Populum tuum, qwesumus, Do–
miñe, propitius respice
:
et quos
ab escis carn;alibus prcecipis abs–
tinere
'
a
noxii.r quoque vitiis
cessare concede. Per Dominum
no.rttwn Jesum Chri.rtum...
Señor , mirad
á
vuestro pueblo
con benignidad ; y haz que se en–
mienden de
sus vicios
los que
mandas se abstengan de comer de
carne. Por nuestro Señor Jesu–
cristo...
La epístola es del cap.
I
3.
del libro de E.rter.
I11
diebus illis: Oravit Mar–
dochicus ad D ominum, dicen.r:
Domine, Domine Re.'>C omnipo–
t eri .r,
in
ditione enim tua cune·
ta .runt posita, et non est qui
possit tute re1istere voluntati, si
dect·everis salvare Israel. Tu
fecisti crelam et terram, et quid–
quid creli ambitu coniin
etur.D o–
tninus omnium es, rrec e.rt qui
r e1ittat ma;estati tuie. Et nunc,
Domine, Rex, D eus Abraham,
miserere populi tui: quia volunt
nos inimici nostri p rdere, et
hcereditatem tuam delere. Ne
En
aquellos dí as : Oró Mardo–
queo al Señor, diciendo: Señor, Se–
fior Rey omnipotente, porque to–
das las cosas están en
tu
potestad,
y no hay quien pueda resistir á
tu
voluntad, si determinas salvará Is–
rael.
Tú
hiciste el
cielo
,
y la tie–
rra, y cuanto se encierra en el
ám–
bito del cielo.
Tú
eres Señor de to–
dos, y no hay quíen resista á
tu
magestad. Ahora, pues, Señor, Rey,
Dios de Abraban, ten misericor–
dia de tu pueblo, porque nuestros
enemigos nos qu ieren perder,
y
des–
tniir
ti:i.
heredad.
No
desprecies tu