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DE CUARESMA.
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lado. Sabian muy bien. que el padre de que·hablaba Jesu–
cristo, era su Padre Eterno, señor y criado11 die todas
las cosas: Jesucristo se lo babia dicho con bastante cla–
ridad muchas yeces, y no hacia misterio de ello. Fingen
no obstante ignorarlo, y le dicen que les enseñe c:lónde
e~taba su Padre. Quedan sacar de su boca, dice san Crisós–
tomo, alguna cosa con que pudiesen hacerlo pasar en la
estimacion del pueblo por un blasfemo,
á
fin de desacredi–
tarlo y perdei:lo.
Respondit Jesus, neque me scitis, 11eq1:1e
·Patrem meum.
Pero como el Salvador conocia el fondo
de su ·corazon y toda su malignidad, les respondió: Es–
tais ciegos, porque quereis estarlo; y así no me conoceis·
á
mí ni á mi Padre. Si hubiérais sido dóciles
á
mis instruccio-
.nes, hubiérais aprendido quién soy,
y
hubiérais sabido' al
mismo ºtiempo quién es mi Padre: si hubiéráis querido ren–
diros á las pruebas que os he dado de mi divinidad, no bus–
cárais á mi Padre sobre la tierra, hubiérais sabido que es–
tá en el cielo:
H tec locutus est Jesus in gazophylatio
,
do–
cens in templo.
Lo que llamaban el tesoro, era una parte
_del templo muy frecuentada, donde babia colocados dife–
rentes cepos para echar en éllos las ofrendas del pueblo.
Habló en esta ocasion el Salvador con mucha firmeza, y
de un modo bien claro y preciso de. su di.vinidad,
y
de su
igualdad de naturaleza con su Padre, aunque conocía el
·riesgo que amenazaba á su vida. Estaba rodeado de una
·multitud
inm~nsa
de oyentes, cuya mayor parte eran sus
enemigos: los sorprende con una libertad propia de su
_persona : les habla como Señor, sin reparar en que tenia
que haberlas con unos hombres fieros y vengativos, de cu–
ya malignidad babia que temerlo todo. Pero como no era
llegada su hora, nadie osó poner en él las manos. No te–
·niendo autoridad sobre él ninguna criatura, y debiendo
entregarse él mismo voluntariamente
á
la muerte · por la
salvacion de los hombres, no podía ser preso sino cuando
quisiese. No siendo llegada la hora que Dios tenia señalada
para los sufrimientos de su hijo, sus enemigos no forman
contra él sino vanos proyectos. Prosigamos la obra de Dios
in inquietarnos sobre lo que puede sucedernos de parte de
los hombres; en la inteligencia, que éstos no tendrán pal'a
d_añarnos sino el tiempo y el poder que
Dio~q~errá
darles; y
s1
gustare su Magestad abandonarnos por ultimo
á
sus vio-
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