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DE CUARESMA.

menosprecian tan enormemente sus. consejos

y

sus mas

santas

má~imas ~

Las · gentes del mundo, esas person ;! c;

mundanas abandonadas

á

sus deseos , esclavas de sus pa·

siones, animadas siempre del espíritu del rnundo: esas

personas tan poco cristianas, cuyas corrompidas costum–

bres son el oprobio de la religion , cuya conducta

y

cu–

yos

.p~.rnic;iosos r sentidos

son el escándalo

de la

Iglesia:

esas personas que parece se avergüenzan del evangelio,

¿conocen

á

Jesucristo~

Esos mismog que hacen profesion

de devotos,

i

hacen honor

á

la religion que

profesan~

Fi–

nalmente, esos mismos que le están mas particularmente

~nsagrados,

i

conocen verdaderamente

á

J_es~cristo,

y

serán todos conocidos por sus verdaderos d.1sc1pulos? Se

c_on0ce

á

Jesucristo, como los judíos lo conocían: se· ad–

miraban

de

sus milagros, alababan

su

doctrina; pero no

la

seguían ni la practicaban. El conocimiento que

se

tie–

ne de este divino Salvador debe

ser un

conocimiento prác-

'tico. Se tiene

fe,

convengo en ello; l,pero esta fe es una

fe

viva~

Juzguémoslo

por

las obras, y midamos siempre

el. _conocimienro que

nos

lisonjeamos

ten~r

de Jesucristo

por nuestra

fe

~

PU

N

'i' ú

SEGUN D

Oa

Considera que si Jesucristo

€5

poco conocido con aquel

conocimiento práctico; que es tan necesario para la sal–

vacion;

se

puede decir con dolor; que

,~ste

divino Salva–

dor no es mas amado de aquellos mismos que hac(i!n pro–

fesion de conocerle. Juzgúémoslo por la poca devocion

sólida, afectuosa; exemplar de la mayor parte de las gen–

tes. No se niega

qm~

hay almas santas que le sirven en

espíritu y en verdad

1

y

que perpetuarán en la Iglesia hasta

el

fin

de los siglos estos grandes exemplos de virtudes, que

hacen uno de sus mayores ornamentos. ¿Pero es muy

grande el número de estos fieles discípulos1

i

se encuentran

muchas de esas almas puras, que unidas

á

este divino Maes–

tro con los lazos mas sagrados se abrasan sin cesar en aquel

divino fuego que vino él mismo

á

encender sobre la tierra?

Conocer quién es Jesucristo, hasta qué exceso nos ha ama–

do, lo que ha hecho

y

padecido para darnos pruebas sen–

sibles de su amor, lo que hace aún todos los días para