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166
MIERCOLES TERCERO
duces ctecorum. Ciecus autem si
cieco ducatum prtestet
1
ambo in
fr:JVeam cadunt. R espondens au–
tem Petrus, dixit ei: E dissere
nobis p arabolam istam. At ille
dixit
:
Adhuc et vos
sine
in–
te tlectu estzs
~
Non intelligitis
quia omne
,
quod in os i n–
trat, in v entrem vadit , et in se–
cessum emittitur
~
Qute autem
procedunt de ore, de corde e–
x eunt, et ea coinquinat hominem;
de corde enim exeunl cogitatio–
nes mal<E, homicidia, adultet·ia,
fo rnicationes , furta, falsa tes–
timonia, blasphemite. Htec sunt
quce inquinat hominem. Non
lo–
tis atttem manibus manducare,
non coinquinat hominem.
-
tial, será desarraygada: Dexadlos:
son ciegos ,
y
guias de ciegos ;
y
un ciego
si
guia
á
ótro
ciego,
am-
. bos caen en el oyo. Hablando Pedro,
le dixo : Explícanos esta parábo–
la. Y él dixo: ¿Todavía esta is vos–
otros sin entendimiento? ¿No enten–
deis que todo lo que entra por Ja
boca va al vientre, y pára en heces?
Pero las cosas que salen de la boca
proceden del corazon, y estas man–
chan al hombre; porque del corazon
salen los malos pensamientos , los
homicidios, los adulterios, las forni–
caciones, los hunos, los falsos tes–
timonios, las blasfemias. Estas cosas
son las que manchan al hombre; pe–
ro el comer sin lavarse las manos, no
mancha al hombre.
MEDITACION.
Sobre el buen uso del tiempo.
P U N T O P R 1M E R O.
Considera que esta vida es propiamente el dia, durante
el cual debemos trabajar para
~l
cielo ,
y
despues del cual
viene
fa.
noche en que nada se puede hacer. ¡Ay de aquel
que no hubiere empleado bien e te dia
!
Ninguna cosa es tan preciosa como el tiemp6 de esta
vida: no
hay
un momento que no valga una eternidad;
pues la eternidad feliz es _el fruto de la gracias, que no se
dan sino mierttras 'dura el tiempo. Aquella felicidad infini–
ta, aquella gloria inefable que gozan los bienaventurados,
el precio de la sangre del Redentor, todo esto no e!? otra
cosa que la recompensa, por decirlo así, del buen uso del
tiempo.
El tiempo es una cosa tan preciosa, que todas las hon·
ras
y
riquezas del mundo no valen tanto como un instante
de tiempo;
y
cuando no se hubiera emplado sino un mo–
mento en adquirir todos los tesoros del mundo, si no se ha