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-DE CUARESMA..

29r

b_uen

ho.Spedag~

que

Je

hizo,

y

con sus bellos modos,

le

ebljgó

á

al0ja rs~

en su casa cuaqtas veces pasaba por all í. –

Un dia dixo

á

su marido: Me pa rece que este hombre que

pasa tan

á

menudo por aquí es un varan de Dios

y

un sa n–

to: al hajémosle un cuartico pa ra que esté con comodidad

cu~nd o

nos ve.nga

á

ver: pongámosle una cama, una mesa,

una silla

y

un candelero, Esqmdo un dia Elíseo hospedado

allí , ·dixo

á

Gíezi; su criado, que preguntase

á

su huéspe–

da, qué podría hacer por élla en reconocimiento de todos

los serv ic_ios que le había hecho. Habiéndola hecho lla–

mar E Liseo , _, la pred ixo que tendría un hijo antes de url

año. El suceso ve rifü;:ó la prediccíon.

~reció

el hijo has ta

la

~déld

de tres años ;

y ,

habien do ido un dia á ver

á

su

padre, qtJe e )taba en

~l,

tajo de los segadores, cogió un

golpe de sol, de que murió. Su madre llena de connanza

en los méritos de Elíseo, llevó el cadáver· al cuar to del

Profeta, lo puso sobre su cam1 , cerró la puerta;

y

sa–

biéndo ,que Elise.o estab.a ,enj onces en

,~l Caqn~lo,

se

fué

al lá

dJisimul ~rndp

su aflí <j,:<Jj9.l¡l• Ha biépdola visto el Pi:ofe ta

á

lo lejos, envió

á

Giezi,

1

su c;.riado,_para

qu~

la pregunta–

se si babia alguna- novedad. Ella, que no queria descubrir

la muerte de su hijo

á

ótro que al Profeta, respondió que

todo iba bien. Ij abiendo llegado adonde estaba Elíseo, se

9rrojó á sus pies hecha un ma·r..

_de

lágrimas. Giezi la qui–

so ·retirar, el Prófeta se lo estorbó ,-diciendo: Que aqu ella

rnuger se hallaba afligida, aunque el Señor no 1e babia

descubierto el motivo. Luego que élla le dixo como su hi–

jo había muerto, mandó

á

Gie?:i, que tomara su báculo,

y

se fuera allá, con la expresa prohibicion de saludar

á

nadie en el carpino. Este es un modo de hablar

fi ~urado

é

hipe_rbólico, que denota la diligencia con que debía hace r

el viage. Cuando el Salvador del mundo envi ó sus após to- ...

les

á

predicar el evangelio, les intimó la misma prohibi–

cion en el mismo sentido. El Hijo de Dios, dice san Am–

brosio, no nos prohibe

~l

que cumplamos con las obliga–

done,<; de la urbanidad

y

corresía, saludando

á

los que nos

saludan; solo quiere hacernos comprender la · d .ligencia

con que debemos executar las

órdene~

y

encargos de

Dios.

Póoese en camino Giezi; pero la aflig id a madre no escu–

vo contenta · hasta que vió partir. tambien

á

El íseo. Lle–

gado Giezi adonde estaba

el

cadáver del niño, le puso el

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