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. DE CUARESMA.

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concluyó 'bien pronto,

y

se pronunció se.ntencia de muer–

te contra Susana. La mañana siguiente, habiéndose jun–

tado el pueblo en casa de Joaquín, comparecieron los dos

viejos, quienes declararon desde luego ante el congreso

en la forma ordinaria de justicia, segun las disposiciones

de la ley, que tenian que hacer una delacion e.J justicia

contra Susana:

Mittite ad Susannam.

Hacedla venir. El

modo de proceder en justicia que se usaba entonces era

éste: Se citaba al reo, se oía

á

los testigos, se daba la

sentencia, la que se executaba sin dilacion ,

y

todo esto

en m1a mañana. La casta Susana venia acompañada de su

padre, de su madre, de sus hijos,

y

de toda su paren–

tela , excepto el marido, por ser ésta una causa de adul–

terio. Tenia el rostro cubierto con un velo, como culpa–

ble,

y

cubierta de confusion,

á

causa del delito de que era

acusqda. Los dos malvados, que eran á un mismo tiem–

oo sus acusadores

y

jueces, mandaron que se la quitase

el velo, á fin de satisfacer así su infame pasion, dice la

Escritura, mirando despacio á una muger tan hermosa:

Ut vel sic satiarentur decore ejus.

Como Susana tenia una

muy grande delicadeza de tez,

y

una belleza que daba

golpe, no bien la hubo mirado todo el congreso, cuan–

do enternecidos todos de su modestia, r.o menos que de

su belleza, echaron á llorar. A este tiempo los dos infa–

mes viejos, dexando la calidad de jueces, y tomando la

de acusadores

y

de testigos, la ponen sus manos sobre

la cabeza. Esta era una formalidad usada entre los ju–

díos cuando se acusaba

á

alguno, especialmente en caso de

muerte: los testigos puestas sus manos sobre la cabeza

del~ireo,

decían: Tu malicia es quien ha traído sobre

ti

este castigo,

y

no nosotros; denotando con esto, que se

_descargaban sobre su cabeza de toda la pena de su muer–

te, del mismo modo que antes del sacrificio se ponía la

mano sobre la cabeza de la víctima, trasportando en cier–

to modo sobre élla la iniquidad

y

la pena que se con–

fesaba haber merecido por su pecado: en este mismo sen–

tido, y con el mismo espíritu en la ley nueva,. el sacer–

dote extiende todavía sus manos sobre el pan

y

el vino,

baxo cuyas apariencias Jesucristo se ofrece por nosotros

á

su Padre en el divino sacrificio como víctima cargada

de nuestras iniquidades.