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DE CUARESMA.

dido, es asímismo el único en quien espera:

l bo ad pa–

trem.

No piensa en buscar asilo en casa de los amigo\

que habia podido hacerse en el t iempo de sus desórde–

nes. Conoce que todos estos son amigos

fal~os

é

infieles,

que despues de haberse divertido á su costa, serian

l os

primeros en blasfemar y murmurar su vuel ta. Quiero ir

á

mi pad re, dice; conozco su corazon: lo mismo será ver

que vuelvo

á

someterme

á

sus órdenes, que olvidarse de

todo lo pasado. Si solo tuviera que recurrir

á

los hom–

bres,_desconfiaría y me desesperaria: demasiado arrogan–

tes con la consideracion de su imaginaria virtud me in–

sultariaQen mi miseria; pero en el corazon de mi padre

celestial hallaré

un

fondo de bondad, que mis ofen as no

han disminuido, ni menos agotado. Me amenaza con los

fuegos eternos; pero teme mas que· yo mismo el que cai–

ga en ellos. Ved aquí cuáles son los verdaderos senti–

mientos de una alma penitente: si los desbarros del hijo

Pródigo son el verdadero retrato de los desba rros

del

pecador, su vuelta y todos los pasos que da, son la mas

viva imágen de una alma verdaderamente penitente.

J~a

vuelta del hijo Pródigo no tarda un momento en

seguirse á su determinacion.

Surgam,

me levantaré;

y

al

punto se levanta : iré

á

buscar

á

mi padre :

I

bo

ad pa-

-

.t~em

meum;

y

ya está á los pies de su padre. Toda

dila–

c1on en materia de conversion es perniciosa. La conver–

sion que se difiere, raras veces

ll~ga

á tener efecto:

Cz'rm

adhuc longe esset.

Estando todavía lejos, le ve su padre,

y

movido de compasion, corre hácia él' lo abraza

y

lo

besa : Dios hace aquí su retrato despues de haber hecho

el del hijo Pródigo. Por grande que fue se el gozo que

concibió éste padre por la vuelta de su hijo, ¿,no debía

disimularlo? ¿no debia,

á

lo menos, echarle en cara

á

este joven libertino su ausencia

y

sus desórdenes? Así

piensan,

y

así obran los hombres aun

l.os

mas moderados,

aun lo inas compasivos; pero Dios obra muy de otra suer–

te. Apenas le da tiempo á este pecador convenido para

decir le: Padre, pequé contra

el

cielo,

y

delante de Dios:

no merezco llamarme,

ni

me llameis hijo vuestro: tra–

tadme como

á

uno de vuestros criados:

Citó

proferte sto–

lam primam:

traedle al punto el mejor vestido, ponedle

un anillo en el dedo,

y

calz dle las mas ricas medias

y