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DOMINGO QUARTO

ra el

deseado

de las

naciones. Habia mucho

tiempo, dice el

erud.ito intérprete que hemos citado tantas veces, habia

mucho tiempo

que

los gentiles

sentirm el

peso de sus

mi"~rias,

las

que los hJciao gemir,

y

los tenian tanto

m1~

abrumados, quanto eran menores los socorro8

que

tenían

pa·ra

salir de ellas, que los que tenian los

jµdío~:

habí alo permitido

así

Oios

para

manifestar

a

su tiempo

lo" tesoros de

sus

mhericordias sobre

ellos~

Había

en

fin

lle~ado

el fdiz momenco en

que

debían ser reconciliados

con su

Oios.

Las

gracias

que §e

les

bian cornunicado, les

hacian mas

~sadas

,

y

m:is sensibles

sus

miserias ;

y

les

hacían ddr

grícos

como de par to

o

nacimiento espiritual:

Scimus enirn

quod

orn.nis creatúra ingemfscit,

~

párturit

_

usque

adhuc:

Porque sabemos

que

hasra ahora todas lC'..

criaturas

gimen

y

padecen dolores de parto•

.El hombre no

fué

hecho

sino

para

Dios ; este es nues--

tro fin:

Uios no pudo formarnos sino

para

sí;

qua1quier

otro fin

que

éste

era

incapaz de

sacisfacernos.

Sobre este

punto no

tenemos

sino que

consultar á

nuestro

corazon.

Dios solo es el centro

de

nuescro

descanso ;

fuera

dt!

es-

te centro, -nuestro ·corazon está en una agitacion comi–

nua. Acá abaxo nada es capaz de satisfacer la propension

natural, la extremada pasion que tiene todo hombre de

\

ser feliz. Ha seis mil años que

t

dos los hombres trabajan

por ser

felices;

y

hasta ahora ningune ha podido todavía

hallar una quietud llena

y

perfecta -que ha

ya

fhado todos

sus deseos; siempre queda un vacío infiniw,

que

todos los ,

objetos criados no

put!den

llenar : el

hombre

no ha sido

hecho para ellos; es necesario que

se

eleve hasta Dios ;

y

desde el momento que toma este pa r tid.o,

halla

una paz,

una stiavidad, que no ha

podido

hallar en otra parte; se-

,

ñal

evidente

que

Dios es su fin

y

el centro de su descan-

so:

Fecfsti

nos

ad

te,

dice S:rn Agmtin,

&

inquiétum

est

cor nostrum donec requiéscat in te.

Solo

en el

cH:.o

se ha-

lla este perfecto reposo, esta felicidad llena

y

perfecta; -

y

esto es por

lo que suspira

naturalmente todo hombre,

aunql:le la mayor parte no conocen donde está el centro

-de su

descamo

y

de su felicidad. Los judíos eran los úni-

cos

que

le conocian. Se puede decir que los otros

pueblos

lo

deseaban sin

saber dónde estaba. Jesucristo

vino

a

en· ..

señárselo

a

todas las

naciones

de

la

tierra;

y

el

cri st~a-

nts-