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1
DE QUARESMA.
_JACULATORIAS PARA
ENTRE EL
DIA.
Dómine ut vídeam.
Luc. 13.
-
Señor, no
p~_ rmitais
que
y-0
cierre jamas los ojos
á
las lu–
ces de vuestra gracia.
lllúmina
ócu/01
meos, ne unquam ohddrmiam in morte.
Salm.
i2•
. Alumbrad,
Señor,
mis ojos,
y
libradme para siempre de
esta mortal
c~guedad.
·
P R OPOSITO S.
Pues no
hay
~ayor µes~racia,
durante esta vida,
que la
ceguedad espiritual, nada
temas tanto como
esta
desgra–
ci~.
Aunque en
sí
misma
es
incurable ,
no
lo es
respecto
del divino médico de nuestra_alma; pero
es
menester que
el alma
quiera
curar. No
ignoraba
el Señor que
el
ciego
que
gritaba tanto detrás de
~l
en el camino de -Jericó , pe–
d
ia
que
le
diese
vista;
sin
embargo, no quiso
dársela,
sino
despue:i
que
le hubo
dicho:
Dómine, ut vfdeam:
Señor,
quiero ver. Hazle todos los dias la
misma
corta dep.reca–
cion,
y
medita
alguna de las grandes verdades de
nueHra
reiigion ;
y
quando te movieren ménos,
teme
no .sea és–
te un príoeipio
de
la
ceguedad de
tu
alma,
que sea nece...
, sario
prevenir
quando
empieza.
2
Considera,
qué
caso
haces
de los exercicios mas or–
dinari</>s
de piedad. Casi siempre
nace Ja ceguedad
espiritual,
de lás negligencias ligeras
en
las mas pequeñas cosas . Un
mal
de ojos regularmente se tiene por
cosa
de poca mon·
ta ·; pero si
continúa, sin embargo
de
los remedios, se cor–
re riesgo de perder
los ojos.
La negligencia de
las
peque–
ñas obligaciones parece poco
considerabl e ;
pero
si
despues
d~
tantos medios
·saludables
sin
n.ingun
fruto continúa la
negligencia
y
la
tibieza: si
quebrantas tus
reglas?
ó
tus
exercicios- de devocion sin
remordimiento:
si no
echas
de ver las
consegüencias
de esas freqüentes
infidelidades
en el
servicio
de
Dios: sí no sientes las
pequeñas·
faltas
que
te
son
tan
ordinarias:
si despues de tantas confesiones,
co- .
muniones,
y
medítaciones sin enmienda
y
'sin fruto estás
Tom. 11.
'f
so-
•
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