NOVIEMBRE.
DIA XIV.
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humildad. E sto mismo le hizo poco grato
a
sus hermanos
los móngi.:.s, excitando en ellos cierto género de en vidia
que declinaba en aversion, y Je armáron cierto lazo. Una
noche
que le
tocaba despertar para maytines , 1e
apagá–
ron maliciosamente
la
lámpara : baxó
a
la co
ina
por
lumbre
para
encender una vela; pero el cocinero no
se
la quiso dar si no llevaba las brasas encend idas en
el
hábito. El
santo
mance~o,
que era sencillo como una pa–
loma, las tomó inmediatamente en la mano,
y
las echó
en el hábito , sin que ni aquella ni
é
ta padeciesen el
mas
leve
daño, y encendidas como estaban las llevó
a
h
celda de su santo abad;
la
que halló ya toda ilumina–
da con una luz celestial en d fecto de la que él no
ha–
bía
podido traer.
o~
esta manera aquel
Dios, qu e
siemp re
es protector de los humildes , obró dos prodigios
a
un
mismo tiempo para acreditar el mérito de
San
Maló,
a
cuya vista quedó tan atónito el bienaven turado abad, que
se
arrojó
a
sus' pies para honrar en su persona las ma –
ravillas del poder de Jesu-Christo; pero el h umild ísimo
m;incebo atribuía por su parte todos estos portentosos
efectos
a
la santidad de
su
maestro; y habia entre los
dos una santa contienda
ó
combate de humildad, que se
decidió, refiriendo entrámbos
a
Dios
lá gloria de aquellos
prodigios. Despues de prima tuviéran entre sí
una
secreta
conferencia; y habiendo tornado la resolucion de dexar
el
monasterio, se embarcáron en un navío con ánimo
de
irse
a
vivir en alguna isla desierta. Obró muchos mila-
. gros San Maló durante aquel viage; pero el ángel del Señor
los advirtió que no fuesen
a
buscar tan léjos lo que tenian
presente en todas partes: que Dios residía en el corazon
del hombre , y no era menester pasar el mar para gozar de
- su
presencia : que la paz inalterable no se
hizo
para acá aba–
xo,
ni
hay que esperar encontrarla sino en aquella feliz
es·
tanda donde se
ve
a
Dios como es. Despues de esta lec–
cion que los dió el ángel' se volviéron
a
su monasterio,
donde halláron tan trocados los corazones
de
los que los
habian dado pesadumbre, que en adelante viviéron todos
en una perfecta inteligencia. Pero duró poco la quietud
de
nue~tro
Santo , porque le sacáron
de
la soledad para hacer–
le obispo. Habiendo muerto el de Guicastel,
fué
San Ma–
ló
electo por unánime consentimiento del
clero
y
del
pue-
blo: