NOVIEMBRE. DIA VH.
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terrumpia para ded icarse algunas horas al trabajo de ma–
nos. Culti vaba con las suyas una reducida huerta, de cu–
yos frutos se sustentaba. Faltábale habitacion,
y
quiso fa–
bricarla .; pero
a
la moda de los verdaderos solitarios ' que
no teniendo en .la tierra ciudad permanente ,.suspiran sin
cesar por la eterna mªnsion de Ios bienaventurados, en
que al fin se ha de terminar la penosa peregrinacion de
e~ta
miserable vida. Con este motivo sucedió un caso sin–
gular. Habiendo fabricado nuestro solitario una pobre cho–
za ó una estrecha celdilla para su habitacion -, salian del
bosque los brutos
y
las fieras' y
a
su vista' ciencia
y
pa–
ciencia le echaban por tierra todo su _trabajo. Como el
Santo no tenia a rmas para espantarlas, ni instrumento
ó
mueble alguno de caza con que defenderse de aquella guer–
ra quotidiana, no sabia qué hacerse, ni qt,é medio tomar
para contener aquella especie de conjuracion ; pero los
Santos para todo tienen siempre un recurso muy seguro
en su mi ma santidad. Con su confianza en. .Dios disipó
aciuel
popul'a~ho
sedicioso,_
ó
por
m~jor
decir, le
enca~e
no todo al pte de su cabana. Mando en nombre del .Se- ·
ñor
a
toda aquella tropa de brutos
y
de
fi~ras
' que se
juntasen
a
la puerta de su choza'
y
que ninguua desam- -
parase el puesto sin su órden expresa. Fué puntualmen te
obedecido,
y
todo aquel feroz vulgacho, amotinado án–
tes contra su trabajo , quedó tranquilo , manso Y. apacible
el
la voz de su precepto. Sucedió por este tiempo que
hallándose el rey Dagoberto en su palacio de K
y
r chein,
salió
a
una batida; pero con tanta desgracia' que
h~bien
do corrido la mayor parte del bosque, · no se descubrió
ni el ve tigio de
una
íiera. Insensiblemente llegáron los
batidores
a
la gruta de nuestro Santo,
y
quedáron todos
a ombrosamente sorprehendidos quando viéron una mul–
titud de fieras , que
sin
espantarse .de los perros ni de los
cazadores se mantenian quietas, sosegadas
y
seguras baxo
la proteccion del nuevo Adan. Era como ·un vivo remedo
del nacimiento del mundo, en que por pri vilegio de la
inocenci:t original se sujetaba al hombre el animal mas
ft..roz , llevando aquel en la frente , por decirlo así , el ca–
rácter de su supremo dominio , que respetaban dóciles
los brutos mas atrevidos. La santidad del siervo de
Dios
renovó en él este privilegio del estado de la inocencia.
Pe-