ENERO. DJA XXVII.
-·ce de un corazon
relaxado, que
de un entendimiento
alucinado
y
presumido. Estos son l9s dos manantiales ,
de donde siempre se deriva todo orgullo. El que obra
mal , huye de la luz ; y el que ama el error , cierra los
oidos al Oráculo de la verdad.
El. tiempo de ·mi muerte,
dice el Apóstol ,
cerca está.
Los Safiltos nunca pierden de vista la s
epultura; ni tampo–
co hay pensamiento mas saludable. O q.ué consuelo poder
dedr al fin de la vida:
Peleé con valor; acabé felizmen–
re mi carrera.
Ah , que la car-rera todos la acaban ; pero
desdichado aquel que no la acabáre bien!
·
El
Evangelio es del cap.
5.
de San Mateo,
JI el mismfJ
que el dia
X VI,
folio
,207.
M ·K D 1 T A C 1 O N
D ' E L
B U E N
E X E M P LO.
P U N T O P R 1M E R O.
C
onsidera que el buen exemplo no es una ·virtud de'
puro consejo; es de obligacion,
y
de precepto.
Luz–
ca vuestra luz delante de los hombres,
dice Christo,
para
que vean vuestras buenas obras
,
y
glorifiquen
a
vuestro
Padre Celestial, que está en et Cielo.
Indispensablemente
estamos obligados
a
ser exemplares desde que somos Chris–
tianos. Todos tienen derecho
a
nuestro buen exemplo;
y
es especie de injusticia privar de él
a
nuestros herma–
nos. La ley- que profesamos , fas verdades que creemos,
el premio que esperamos, son los títulos en que se funda
este derecho.
Nuestras conversaciones deben ser documentos ,
y
nuestras operaciones modélos. Pocas faltas puede come–
ter un Christiano que no sean una especie de escándalo.
Qué terrible cuenta darán
a
Dios aquellos Christianos im–
perfectos, aquellas almai relaxadas, cuyas costumbres
son tan corrompidas!
Todos somos buen olor de Jesu-Christo. Pues quál de- ·
be ser la pureza de nuestras obras , para que exhalen una
celestial fragrancia
~
Todos somos luz del mundo. Pues
quál debe ser el resplandor , la claridad de nuestras cos:–
tumb-res
~
Todos somos sal en la tierra : luego nuestras
Cc4 .
ac-