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SEñOR.

NUESTRO.

67

· Padre , enviando su Hijo : podía condenar

a

los hom–

bres

a

las justas penas que merecían sus pecados;

y

sin

embargo' me ha enviado

a

mi para

pon~los

a

todos

en estado de salvarse ; de suerte , que si algunos se

perdieren , se perderán solo por su culpa,

y

contra la

voluntad sincéra que tiene Dios de salvarlos

a

todos.

f;

Quién m'1:S inexcusable que aquel que

a

medio dia se

precipita en un hoyo , por no haber querido abrir los

ojos

a

la luz '? Ha venido la luz que alumbra

a

todo

hombre que viene al Mundo: alumbra

y

luce ; y sin

embargo, los hombres aman mas las tinieblas que

la

luz : ¿ que hay que estrañar, pues, si su ceguedad

voluntaria los precipita en las últimas desdichas'? Este

razonamiento fue corno un resumen de toda la

Reli–

gion de su doéhina: tornprehendió muy bien Nicode–

mus toda la santidad de la Religion que venía Jesu–

Christo

a

establecer :

y

así se le unió inviolablemen–

te, le siguió sin apartarse jamás de él , y no dudó yá

que el que le hablaba era el Mesías.

§.

XVI.

SAN JUAN DA TESTIM IY IO

,

de

Jesu-~hristo.

H

abiendo salido el Salvador de Jerus·alén despues

de acabada

la

fiesta , volvió con sus Discípulos

a

las riberas del Jordán ': es verisimil, que les dió por

su mano el nuevo Bautismo, de que el de Juan no era

sino una sombra;

y

que ·1es dexó el cuidado de bauti..:.

zar

a

los que de todas partes venían

a

él.

Los Discípu-

1

2

los