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VIDA DE C HRlSTO

a

él solo.

Es tas palabras fueron un rayo para el tenta–

dor , el qual desapareció cubierto de confosion; y en–

tonces los .Angeles '· acercandose al Salvador, le sir–

vieron la comida despues de un ayuno tan largo , tra–

yendole que comer. Con esto quiso Jesu-Christo en–

señarnos , que

la

vitl:or ia de las tentaciones es

si~m·p re seguida de favores celestiales; que la tentacion

siempre vá acampanada de la ayuda. de la gracia,

y

que

la

fidelidad en

la

tentaciones siempre premiada in–

mediatamente con una nueva gracia , y con algun

nuevo favor del Cielo. Pasma, que el Salvador le pe r- ·

mitiese al demonio llevarlo

y

transportarlo por los

ayres ; pero el poder que J esu-Christo les dió despues

a

los verdugos sobre su persona' no nos debe causar

menos admiracion, que el que dá aqui al espíritu ma–

ligno.

Mientras que el Salvador estaba en el desierto,

Juan Bautista que había pasado al otro lado del Jordán,

predicaba con admiracion y con utilidaq de .todos la

penitencia ; su modo de vida austéro, su santidad, y

·su predicacion confirmaron la opinion que se tenía de

que Juan podía ser muy bien el Mesías : lo qual mo–

v ió

a

los pr'incipales de entre los J udíos

a

que le en–

viáran una diputacion d Sacerdotes y de Levitas , pa–

r a preguntarle si era Chri.sto : respóndioles Juan que

no : le dixeron , si era E lías ,

o a

lo menos algun

Profeta,

á

lo que respond ió que no era ni lo uno ní.

lo

otro.¿ Pues quien eres, replicaron los Diputados? Y si

no eres ni Christo, ni Elías , ni Profeta;¿ por qué bau–

tizas? Yo soy, les dixo entonces el Santo , aquel de

quien habló Isaís, quando viendo en espíritu al Me–

sías '

y

a aquel que era enviado para darlo

a

conocer

y