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SEñOR NUESTRO.
199
vér al Salvador a sus
pi
s , le di x
J
esus , que
si no le
lavaba los pies, no lo re
ono~c ría
mas
po r
s1
Disc ípu–
lo.
Si
es así, le dixo ent nces el Santo Apóstol, lavad–
m ,
Señor , no solo los pies , sin
tamb icn la cabeza
y
l as manos. Dixole
ent
nces el Salvado r :
l
que
s
le
del
baño, no ne e ita lavarse
si
o los p ies ,
pu
s sl'
todo
limpio; así v s tr s
ta i
limpios , per
no
t
do ;
de–
cia esto, porque abí bi en qu ien era
1
que
lo había
de
entregar. Con e
ro
quiso J e u-Ch r ist sig nifi ca r que
los Apóst les ,
a
excepci n de J udas , n
tenían nin–
gun pee
1d
g rave,
y
que
"'º l
tenian nec sidad de pu–
rificarse de
us imperD cc i nes.
Despues
que
J
esus hubo dad
a
sus Aposto les esta
leccion, y un tan grande exempl
de humildad
y
de
caridad , y encargandoles que lo praéticasen tambien
ellos; volvió
a
tomar sus vestiduras, y puesto otra v ez
a
la mesa' les dixo sin rebozo' que iba
a
ser en t re a–
do alevosamente
a
sus enemigos por uno de los mismos
que estaban con él
a
la
mesa.
E
ta expr sion los sor–
prehendió y los afligió extr madamente , y
e
nsterna–
dos todos' empezaron
a
exclamar cada un de por si:
tSoy yo Señor'? Respondióles
J
esus: E l que me entrega–
rá
está a la mesa conmigo.(a) Por
l
que mira
al H ijo
del hombre'
él
vá
a
la
muerte ' porque
lo
ha quer i–
do
así,
y seg un está decretado de él en las Escrituras,
es·
to es, segun está pr
ich por los
Profeta ;
¡pero
ay
de aquel por q ui n el Hijo del hombre será entregado!
mas le valía no haber en ido j amás
al
.mundo.
Pero quando el h omb re ha ll egado
un c ie rto
punto de mal icia, mira a an re fria los mJs en rmes
der
t
s ,
y
s _
e~
urece contra las mas fuer es impre
io–
nes
(a)
Math.
26.