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VIDA
DE
CHRI)TO.
a
lo largo de sus costados ,
y
atadas al cuerpo.
Hizo
Jesus que
entendie ran así, quando mandó que lo de·
satáran ,
y
io d.exasen ir.
Jamás se vió prodigio tan estupendo: ¡qu / demos–
tracion m¡.ls visible de la omnipotencia
y
de la divinidad
de Jesu-Christol Ninguna cosa probaba mas invenci–
blemente que Jesu-Christo era el Me ías: tan conven–
cidos de ser así quedaron los
J
udios que se hallaba n
presentes, que no pudieron menos de reconocerlo por
tal. Habían visto
a
Lázaro muerto
y
sepultado quatro
dias
ha~ía;
el cadáver olía mal,
y
estaba medio podri·
do; habían ellos mismos quitado la pied ra que cerraba
el sépulcro ;
y
al solo mandato que Jesus intíma al
muerto que salga
d~l
sepulcro_, sale Laza ro ligado
to·
da vía con las bandas,
y
envuelto en sus mortajas. Se le
desata en presencia de todos; ellos mismos lo desatan.
Lázaro vuelto del otro mundo, Lázaro resucitado abre
los ojos, vé, habla, se postra
a
los pies de Jesu-Chris–
to' lo fa.dora'
y
pocos dias despues se
le
vé
a
la mesa
en compañia de otros muchos,
y
mas de sesenta años
dcspues predica el Evangelio
a
los de Marsella,
y
con–
víerte casi toda esta insigne Ciudad ;
y
por último tie–
ne la dicha de dar su sangre
y
su vida por aquel Señor
que lo hab!a sacado del sepulcro. Un milagro tan pas–
moso
y
tan evidente convirtió muchos de aquellos Ju–
díos que habían sido testigos oculares de
él.
La fama de
este prodigio se estendió bien pronto por todas par–
tes ;
y
muchos de los que lo habían visto ' corrieron
a
Jerusalén ,
y
fueron
a
contar
a
k>s Sacerdotes,
a
los
Escribas
y
Fariséos eJ prodigio que Jesus acababa de
hacer; de modo que
el
tal milagro vino
a
ser el asunto
ordinario de todas las conversaciones.
§.XLIII.