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EXERCICIOS

DoMIN-Go cía

la .palabra de Dios? es decir,

¿tiene

Dios

mu–

DESPUFS

cha parte en todas esas conversaciones? Se pasan

las horas enteras hablando,

¿y

de qué? de mil na–

das ,

y

las mas veces de cosas , que son aún menos

que nada. Un cuento, una historieta, un sueño ocu–

pa el tiempo , por no decir

l~

ociosidad de esas

personas, que creen tener ingenio'

y

agudeza, .por–

que saben hablar mucho , sin decir cosa que valga

nada. ¿Qué cosa mas miserable que las conversacio–

nes de esas concurrencias brillantes , de esas muge–

res mundanas , cuyo espíritu se agota en hablar

· siempre de bagat€las

y

de ridiculeces? Una moda,

una escofieta , un adorno , un dije ocupan

á

todos

esos grandes ingenios. Apenas se les pasarian

á

los

niños unos embaucamientos tan frívolos , tan sin

substancia. Examínese de cerca; pésese lo que hace

la materia de esas conversaciones mundanas ,

que

absorben una gran parte de la vida : ¿qué se encon–

trará en ellas de sólido, por no decir , de racional

y

de christiano? Si se quita la murmuracion ,

que

es toda la sal

de

esas despreciables conversaciones,

todo lo que se dice es tan insípido , tan lánguido,

tan

pueril, que

co~ta~ia

trabajo el creer que gentes

de

juicio sean capáces de ocuparse en tantas inuti–

lidades

y

fruslerías:

~

i

quis tóquitur

,

quasi sermó–

nes Dei.

¡Ah Señor

!

si es preciso dar cuenta de

la

menor palabra ociosa que se habrá dicho; ¡qué

cuenta se tendrá que dar de tantas conversaciones,

de tantas pláticas tan poco chrisrianas

!

Ex abun–

dantia

cordis os tóquitur:

la boca habla de la abun–

dancia del corazon. Ninguna cosa sería mas de ad–

mirar

que el

que

se habláse bien , quando se

vive

'

mal.