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EXERCICIOS
IV.
DoM.
bien,
á
esos miserables ci:Íticos. Una Señora que
se
reforma, es una censura insoportable contra cien
otras, que saben muy bien que tienen mas necesi–
dad que ella de reformarse, y que no tienen ni bas–
tante ánimo, ni bastante juicio
p~ra
hacerlo. Un jo–
ven, un oficial mozo, que arregla sus costumbres,
es una lecdon picante de reforma para todos sus
compañeros,
á
los quales su exemplo hace conocer
vivamente la indispensable necesidad que tienen
de
c.onvertirse. Se siente un secreto disgusto al ver que
los que no eran mejores que nosotros , s0n ya muy
prudentes y mas cuerdos. Con los remordimientos
se aumenta el despecho;
y
veis aquí el verdadero
origen de las censuras y de las sátiras, que dispa–
ran los del mundo contra la virtud ;
y
no hay
que
esperar otra cosa mientras hubiese libertínos en el
mundo; <pero se ha de temer sie1npre
á
este fantas–
ma? ¿se debe llevar mucha cuenta con
él?
¿Qué
vergüenza no debe tener una persqna christiana ,
al
ver
su
floxedad
y
cobardía en el servicio de Dios?
Respetémos
á
todas las personas
de
consideracion
y
de distincion segun
~l
mundo; pero mirémos
con
el mayor desprecio a1'spíritu y
á
las máx1n1as del
mundo , tan contrarias al espíritu
y
á
las máximas
de
J
esu-Christo.
Así lo resuelvo , Señor, desde ahora; y esta
es '
la
gracia que os pido,
y
espéro alcanzar de vuestra
infinita bondad.
J
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JA-