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DIA IV.

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r.itLt la consnbs tancialidad del Hijo con el Eterno Padre , que

era el punto. de la controversia. Sintió Isidoro en el alma

atentado tan injusto ,

y

aunque Jóven , como se hallaba

instruido en toda .clase de ciencias ,

y

con especialidad en

las

Sa~n·adas ~

animado de aquel zelo santo , que constitu·

y

e el "'carácter de los V1rones Apostólicos , encendido en

eLfervor de padecer nurtyrio, pronto á morir por la de..–

fensa de la Iglesia Cathólica, guarnecido· con-las armas de

la

Fé ; se declaró como fortísin1o Atleta contra los violen–

tos ímpetus del Rey iniqn') ,

y

poderosos sequaces del .er–

ror. Disputó con los Hereges con . tanto ardor, los refil–

tó con tanta sabiduría,

y

convenció la impiedad con tan

nerviosa eloqiiencia , que no pudien9o resistir al rio cau–

daloso de erudicion , que salia de

su

boca , maquináron

contra su vida de varios 111\JLios ; pero el Señor le libró,

porque le guardaba para superiores empresas.

·

Leandro , que en el destierro supo los progresos de su

hermano Isidoro, á quien amaba tiernamente

,.no

pudien–

do contener el go¡z;o den tro del pecho

J

le indicó, á pesar

de su gravedad , con tjernas lágrimas de alegría. Recurrió

á

Dios para qne

le

confortase con su gracia,

y

ayudándo-

le con sus sabias Cartas aquel gran Padre ,

y

Maestro , triun-

fó el Jóven del infernal monstruo , que devoraba

á

Espa–

ña. Serenada tan deshecha tormenta con la muerte de Leo–

vigildo, restituido Leandro

á

su Cátedra, perfefcionó ., si

cabe , las al ras ideas de Isidoro con sus ·sabios

·consejos~

notoria experiencia ,

y

prudencia consumada. Murió aquel

celebérrimo Prelado lleno de triunfos ,

y

merecimientos:

é

interesada la Santa Iglesia de Sevilla en Jas preces acos–

tumbradas , para que el Señor se dignase con·cederle un

Sucesor del difunto ; por aclamacion comun se hizo la elec–

cion en Isidoro ,

muy

distante de apetecer honoríficos em–

pleos ; pero no bastando para rendir su humilde repugnan-

.

l!ia

las sú plicas del Rey R.ecaredo ,

y

los continuos ruegos

de los Próceres del Reyno , arrebatándole

el

Pueblo en.rre

vivas.,

y

aplausos, le sentáron por fuerza en la Silla Epis–

c?pal, impacientes todos

por

ver ocupar el Trono Eclesiis–

tlco al Electo , todo hermoso , todo amable ,

y

todo de-

sea-