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DIA IV.
63
r.itLt la consnbs tancialidad del Hijo con el Eterno Padre , que
era el punto. de la controversia. Sintió Isidoro en el alma
atentado tan injusto ,
y
aunque Jóven , como se hallaba
instruido en toda .clase de ciencias ,
y
con especialidad en
las
Sa~n·adas ~
animado de aquel zelo santo , que constitu·
y
e el "'carácter de los V1rones Apostólicos , encendido en
eLfervor de padecer nurtyrio, pronto á morir por la de..–
fensa de la Iglesia Cathólica, guarnecido· con-las armas de
la
Fé ; se declaró como fortísin1o Atleta contra los violen–
tos ímpetus del Rey iniqn') ,
y
poderosos sequaces del .er–
ror. Disputó con los Hereges con . tanto ardor, los refil–
tó con tanta sabiduría,
y
convenció la impiedad con tan
nerviosa eloqiiencia , que no pudien9o resistir al rio cau–
daloso de erudicion , que salia de
su
boca , maquináron
contra su vida de varios 111\JLios ; pero el Señor le libró,
porque le guardaba para superiores empresas.
·
Leandro , que en el destierro supo los progresos de su
hermano Isidoro, á quien amaba tiernamente
,.no
pudien–
do contener el go¡z;o den tro del pecho
J
le indicó, á pesar
de su gravedad , con tjernas lágrimas de alegría. Recurrió
á
Dios para qne
le
confortase con su gracia,
y
ayudándo-
le con sus sabias Cartas aquel gran Padre ,
y
Maestro , triun-
fó el Jóven del infernal monstruo , que devoraba
á
Espa–
ña. Serenada tan deshecha tormenta con la muerte de Leo–
vigildo, restituido Leandro
á
su Cátedra, perfefcionó ., si
cabe , las al ras ideas de Isidoro con sus ·sabios
·consejos~
notoria experiencia ,
y
prudencia consumada. Murió aquel
celebérrimo Prelado lleno de triunfos ,
y
merecimientos:
é
interesada la Santa Iglesia de Sevilla en Jas preces acos–
tumbradas , para que el Señor se dignase con·cederle un
Sucesor del difunto ; por aclamacion comun se hizo la elec–
cion en Isidoro ,
muy
distante de apetecer honoríficos em–
pleos ; pero no bastando para rendir su humilde repugnan-
.
l!ia
las sú plicas del Rey R.ecaredo ,
y
los continuos ruegos
de los Próceres del Reyno , arrebatándole
el
Pueblo en.rre
vivas.,
y
aplausos, le sentáron por fuerza en la Silla Epis–
c?pal, impacientes todos
por
ver ocupar el Trono Eclesiis–
tlco al Electo , todo hermoso , todo amable ,
y
todo de-
sea-