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D 1A III.

49

MED 1 T AC I O N.

'De la dulzura de

la

.

Penitencia.·

PUNTO PRIMERO.

C~msidera

, que se forma una falsa idéa de la peni–

tencia , quando se concibe llena de amargura ,

y

de disgus·

tos. La corteza es amarga , pero el fruto es dulce. Pué:.

dese á lo n1énos COlnparar con las aguas del Mará , cuya

amargura se convirtió

'11

un gusto grato y suavísimo , luego

que Moysés sumergió en ellas aquel leño, figura de la Cruz

del Salvador. (

Exod.

1

5. )

Los sen

ti

dos , las pasiones , el

amor propio encuentran á la verdad en la penitencia aspe–

reza,

y

desabrimiento; mas

el

alma, que es

la

que única..

mente la

toma b

ien er gusto ' la experimenta llena_de una

exquisita

dulzu.ra.

¿Qué cosa n11as dulce , qué gusto tuas delicioso , qué

alegría mas ll ena , ni mas sólida que la paz de Dios , la

qual , comó se explica el Apóstol ,

excede

á

todo

sentido~

( Philip.

4 · )

Pues esta dulcísima paz es fruto de la peni–

tencia. Formemos concepto de esta dulzura , cotejándola

con los penetrantes remordimientos de una conciencia de–

Iitlqüente , con.aquellas inquietudes que despedazan el alma,

con aquellos mortales sobresaltos , frutos naturales ,

y

ne~

- cesarios del pecado.

¡Qué gozo no causa en todo ·el Reyno una aninestia

ó perdon general del Soberano! ¡Qué consuelo el de un hijo

1;ebelde , quando sábe que su padre le ,ha

perdo1;1ado ~ .Pues

no es menor el que experimenta una alma verdaderamente

n1ortificada ,

y

penitente : cada acto de mortificacion es

como twa nueva prenda del perdon de sus pecados ; es

llna bien fundada presuncion de que el Señor la ha resti...

tuido á su gracia. Las espinas sirven de · defensivo no mé-

nos al fruto que

á

la flor ; pero sin comunicarles sus pun..

tas. Por mas que los sentidos se estremezcan , por mas que

se queje el

amor

proprio, gusta

el

alma una exquisita dul-

.G

Zll-4