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D

1

A XX 1X,

499

millacion. ·Llegóse

á

descubrir la falsedad ,

ó

la temeridad

de la acusacion ,

y

se le restituyéron todos los honores,

volviendo

á

emplearle en los mJsmos lustrosos ministe–

rios que ántes , lo que fué para el humikHsimo Pedro

mortificadon mas dura,

y

111as insoportable que la pri–

mera.

Dedicado al 1ninisterio de la predicacion , se hizo en

poco tiempo como

el

Apóstol de Italia : sintiéron;

y

ex...

perimentáron los efectos de su apostólico zelo la Marca

de Ancona , la Romanía , la Toscana ,

el

Boloñés , y

el

Milanés. Siempre que se dexaba ver en

el

púlpito movia

á

los mas duros , convertia

á

los mayores pecadores ,

y

todo

eJ.

auditorio salia por lo ménos deshaciéndose en lá–

grimas .,

y

compungido. Los

p~eblos

-le salían á recibir en

tropas

á

los e<H11inos;

y

apénas Juvia pecador , ni aun

herege que pudiese resisdr á la fuerza

d~

sus razones'

á

la eficacia de sus discursos , y á -la .,poderosa

virtud

de sus

exem

plos.

Siendo tan F'ode o,So en obras como en pálabras,

lue~

go que predicó en Elorenda , s-e acobardáron los

Her~ges,

y

haviendo tril.).nfaclo hasta entónces ,

ya

no se atrevían

~

parecer .en público. Persuadió -á los Cahtólicos

á

·que

s~

colig~se-ri

en una €specie de Cruzada para arrojar de todo

el pa-is á los Hereges ;

y

en n1énos de seis años -logró ver

Cathólica

á

toda la Toscana-. No :persiguió con nrénos ze–

Io , ni con ménos dkha ·á los pecadores ,

y

á los Here–

ges del Milanés. No cabiendo en las Igles-ias sus numero–

sos auditorios,

s~

vda precisado

·á

ptedkar ·en las calles,

en las plazas ,

y

en los campos. Siempre que iba de una

parte

á

otra , anunciaban su llegada los Pueblos ,

las

Vi–

llas,

y

las Ciudades enteras que se ant-icipaban .por oirle,

y

al entrar en las Ciudades le recibian con repique gene·

-ral de todas las campanas. En Milan se viéron obligados

á

hacer una silla de manos portátil ,

y

cerrada, para

Gt;>n·

dudrle de un lugar

á

otro despt:fes que acabase de predi–

car, sin peligro de que

fues~

sufocado por

la

muchedumbre. ·

Nunca predicó sin lograr maravillosas

conv~rsiones,

y

rara

v~z

se dexaba ver en público sin obrar grandes

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