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ABRIL.
no hay hon1bres
111a.s
hidrópicos de honras,
tnas
ansiosos
de distinciones qae estos
anima~es
de gloria. Rebientan por
ser estim'ados ; y en esto n1ismo acreditan que no Inere–
cen serlo. No hay pasion mas opuesta al fin á que. aspi–
ra ,
ni
á
los bienes imaginarios con que se alimenta
que
el
orgullo. Hipa por brillar , por distjnguirse, por sobresa..
lir
entre todos los denus ; pero ¡oh
! ¡
qné vanos esfuer–
zos!. ¡oh
! ¡
qué proyectos tan frívolos
!
Busca en todo la
distincion· el orgulloso ,
y
todo conspira
á
hun1illarle,
y
á
confundirle. Fatigándose por introducir en el pueblo un
alto concepto de
sí
mismo , se hace la fabula del lugar,
y
singularmente la risa de toda la gente cuerda. ¡Pero si
á
lo ménos escarmentara
á
costa de su propria experiencia!
Nada 1uénos.
El
orgullo. es ciego : bien puede estar
á
los
pies de todos; n1as ni por esas se dará por vencidb. Las
n1ayores hun1íllaciones le irritan , pero no le curan.
¡
Co–
sa extraña! No pocas veces se quiere c01nbatir contra el
orgullo con el orgullo n1ismo. Ni los que mas gritan ,
y
n1ejor escriben cont ra esta p_asion , son siempre los que mé–
nos adolece de ella : comünÍcase su veneno hasta
á
lo
que
podía servida
eL
remedio : aun en la 111isrna humillacion
se sabe introducir el ors;uUo.
Esta
n1istua generalidad es la
que nos · le ha hecho tan casero ; pero las enfenuedades epi–
démicas, y populares
no
son ménos peligrosas, porque sean
111as cotnunes. La verdadéra gloria, dice el Sabio , sie1npre
huye de los que la siguen , siempre signe
á
los que van
huyendo de ella. Así se cont place Dios en llenar de igno–
minia
á
los corazones soberbios. El1nisn1o orgullo es cas–
tigo ,
y
suplicio de los . orgnll sos.
¡
Q Liantos disgustos se
ahorrarían , si cada uno se· hiciera mas justicia a sí mismo!
¡
Feliz, Señor, aquel que coloca toda su gloria en agrada–
ros !
¿
Q11iénes son mas dignos de estimacion ,
y
de res–
peto que aquellos que os sirven?
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