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D 1A

X

V 11.

299

go inmediato

á

la Fiesta de los Reyes , en que celebra la

Iglesia la pérdida del Niño Jesus,

i

quien hall i ron sus Pa–

dres en

el

Templo de

J

erusalen. Est:1ndo en la Igle ia en

la

contemplacion de este Misterio, se sintió lbmada de la

Santísima

V

írgen para que tomara

el

santo Habito : co–

municó el prodigioso suceso con su Confesor, hiciéronse

todas las diligencias neces-arias con univer sa l aplauso de to–

dos los Religiosos,

y

recibió de manos del General!J inves–

tidura en el Juéves Santo del año

1619. ,

quando conta–

ba

49·

de edad, y en el dia tercero de Pascua del Es p1ri–

tu Santo del siguiente año profesó, é hizo los tres votos

en manos del mismo General, quien expresó tener en mas

precio el haver executado esta ceremonia , que si se le hu–

viera honrado con la mejor Mitra de España.

Desde este dia , si cabe , renovó sus fervores ,

y

em–

prendió un tenor de vida , como

si

enrónces comenzase

la carrera de la perfeccion. Cien veces al dia alababa

á

Dios,

ó

por mejor decir todo el dia , todas las horas ,

y

todos

los instantes ,

t

abájand

infatigabletnente por la salvacion

de su alma. Asombrap

á

la verdad las mortificaciones que

inventó para crucificar su carne : llevaba pegado al pecho

un peto de espinas ·'

unas cruces anchas sembradas de

puntas de yerro

á

Ia:s espaldas

,

y oprimidos los brazos

con insoportables ligadllras , usando no pocas veces en la

cabeza de una corona de espinas, rasgaba sus delicadas car–

·nes con sangrientas disciplinas ,

y

por la noche se ocupa–

hl

con una pesada Cruz al hombro en seguir

el

camino dd

Via-Crucis , contemplando en los misterios de

la

Pa~ion

de su Amado, cuyos pasos tenia repartidos en el jardín, pro–

curando al fin imitar

á

Jesus en Ia violenta postura, que

le pusiéron en el Calvario. Solo la vista de los cilicios , é

instrumentos de mortificacion , que se conservan en

el

Convento de Santa Birbara de Madrid, con las Cruces, y

otras reliquias de su penitencia hacen estretnecer : de ellos

llevaba salpicado todo el cuerpo,

y

herida su carne , cau–

sándola los dolores mas vivos,

y

un rnartyrio continuado.

Todos estos asombrosos hechos nadan del amor que

profesaba

á

Jesu-Christo,

á

quien procuraba agradar por

Pp

2

e~t-