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DIA V.
93
tra repugnlncia , nuestra flaqueza, ó nuestras
necesidades~
¡
Qué error , qué blafemia imaginar que un Dios tan justo,
tan sabio, y tan
bu~no
quiera nundarnos cosas imposibles!
¡Qué impiedad creer que nos niegue sus auxilios para cum–
plir
sds
1'1andamientos!
~Pues
por qué no le obedecemos
con prontitud?. El qt,Ie manda es un Soberano infinita–
mente sabio , es un Padre infinitamente bueno. Si merece
ser obedecido dentro de un dia , ó dentro de una hora,
(por qué no mereced serlo al instante?
Todas esas
dih~ciones
en obedecer son, digámoslo así,
unos como parénthesis ·del debido rendimi·ento, son in–
tervalos de desobediencia , y de· indocilidad. Decláranse
concurrentes con el mismo Dios , la pasion , y el amor
proprio, y pretenden disputarle la pronta obediencia
á
sus
órdenes. En la realidad se piensa obedecer al Su'perior; pero
ha de ser quando
á
uno se le antoje. Esto se llama prestar
.tantos oídos al humor, y
á
la propria inclinacion , como
cí
la voz de Dios. Manda el Señor que se restituya, que
se hagan las paces , qt1e se reforme la vida : consientese
en ello ; pero es con ciertas restricciones , c"'n ciertas
cli usulas. Voz es de· Dios la voz del Director , la del Pre-–
dicador, la del libro, la de la propria conciencia ; oyese,
y . aun se quiere hacer lo que dicta ; pero en otro tienl–
po : préstase el consentimiento
á
la inspiracion, pero casi
nunca en
el
misn1o punto en que se siente. De manera,
que lo
q~1e
pide el amor proprio siempre ha de ir de–
lante de lo que pide Dios. Lo que se acomoda al gusto
de la pasion , del genio , de los sentidos , eso no admite
dilacion ; mas para hacer lo que · Dios manda, siempre
hay tiempo. Comprehende bien la indecencia, y la indig–
nidad de estas irreverentes dilaciones.
PUNTO SEGUNDO.
Considera , que la obediencia tardía , por Jo comun
se anedita de forzada. La pronta sumision es prueba lé:.
gítima
del amor , y del respeto.
¡
Cosa extraüa
!
Todas las cosas inanimadas obedecen
.
sm