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CAPlTULO 11.

Dichosa muerte del Bienaventui·ado Fr. Martin

'Parres.

Despnes que por muchos ai1os

fué

purificado Fr. Martio,

en el crisol de las humillaciones y desprecios. permitió Uios

qne fuese tambien probada su humilrl ad de un modo mas te–

mible.

J enernlizado el concepto de sn estraordinario mérito,

tributaban el clc·bido homenaje

á

su ,·irtu<l, Vireyes, Arzobis–

pos, nobleza

y

pueblo,

y

no solo en el P erú, sino en tocia la

América Catolica, se -divulgaban su ejemplarísima vida, sus mi–

lagros

y

los especialísimosfavores que recibía del cielo.

No

pu–

do oeultársele este comun aprecio: y por lo que dijo antes de

morir, podemos creer sin recelo de f'ngaño, qHe sobresaltado

su humilde corazon no

~esaba

de rogar

ú

Dios le librase de nn

enemigo mas formidable cuando clojia y exalta, que cuando

vilipendia y abate;

y

que oyendo el Scilor las preces ele su fiel

Sierrn, se digno revelarle que

bren~

se cumplirían sus deseos.

:Manifestó Fr. Martín

el

júbilo ele su alma por tan conso·

lanle annncio, no solo con la aleg1ia de su rostro, sino tambien

visti endo un Hábito nuevo, aunque ele tosco y áspero cordf'lla–

te, como todos los que babia usado en la Religion. Viendole

el P. M. Fr. Juan de Barbarán, sin el Hábito raído

y

viejo con

que se cubría de continuo, le elijo: "Fr. Martín hoy se ha ves·

tido de gala."-Contestole el Sien•o de Dios: "con este H <tbito

me han ele cnterfar;" y asi sucedió.

Acometióle

a

poco tiempo aguda fiebre; y aunque al prin–

cipio pudo continuar desempeñando su cargo, le

fue

al fin pre–

ciso acostarse en su penitente lecho, sín cubrirse con sitbanas

de lienzo, hasta que el Prelado se lo mandó con precepto de

obediencia. Dijo luego á rarios Religiosos, no solo que estaba

cercana sn muerte, sino tambien el dia

y

la hora en que ba–

bi(\ de morir, y lo mismo ascgnró al Dr. D. Francisco Navarro,

Médico del Conven to, rlcspidiendose -de él, porque sabia ser

esa la última yez

r¡11c

le

curaría. Habiendo ordenado dicho

Médico qne matasen t;nas aves y se las aplicasen

á

la cabeza,

esperando que por ese medio, calmaría la irritacion que pade–

cía su cerebro, luego que lo supo Fr. Martín, impidió que

quitasen la " ida

á

esos animales, diciendo

á

los Ileligiosos,

que no lo hiciesen, puesto que su mal era irremediable, como

está dicho anteriormente.

Se confesaba muchas veces, repitiendo actos de contri–

cion, de

fó,

esperanza

y

caricla.d: gemía

y

derramaba copiosas

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