. ;,,,..140-
-chos relijiosos, que sol'o iba por poco.s dias
a
Limatambo, cuatt–
clo se lo
rnanuabau
sus Prelados; creció su admiracion;
y
cHln–
dó wacias
a
Dios, porque favorecia á sn Sien-o con el don de
aji11dad~
y
el ele penetrar las necesidades de sus projimos, pu-
blicó el portento en todas sus partes.
·
Enfermó de peligro en la ciudad de Portobelo, nn
hombre nacido en ese mismo lugar, y amigo de Fray Martín,
porque habiendo
e~tado
anteriormente en Liiua, lo había cu-
111do el Siervo de Dios en la enfenneria del convento.
1-J
allan–
dose solo én 'su cuarto,
múy
agravado de calentura, sudando,
y
c;on intensísima sed, se acordó de la caridad cbn que lo ha–
bi•a socorrido
y
medicinado el Sierrn ne Dios,
y
confütdo sin
dnila en el modo estraordiual"io con que auxiliaba
á
los eufor–
'mos, de lo que tcndria tal vez nofrcia en Lima, impioró su
asistencia de este modo: "P>i;dre mio, Fray Martin, mi amarlo,
"socorreme ell esta afücciop que teng0: 1nufüime esta camisa
"que está muy mojada, y dame un val;o ele agua para mitigar
'"Ja sed, asi como me' consolaste en la enfermeria de tu con–
"vento." Al punto vió entrar en su enarto al SierYo de Dios,
llevando en una ¡nano una camisa, y en la otra nna jarra de
agua. Acercose!e, y habiendolo consolado, lo' hizo sent_ar: le
mudó la camisa, le dió
'a
beper el agua, ;' despidiendose de–
sapareció. Asombróse el paciente no solo d,e lo ocurrido, sino
tambien de sentirse mny mejorado en el instante;
y
lial'>ierido á
pocos dias recobrudo sus fuerzas, partió de PortcJbelo
á
Pana–
má, donde se embarcó para el Callao
y
llegó
á
Lima fl'lizmenie.
Entrando por la cuadra de Belen, encontró
a
Fr. Martin, qnien
le dijo lo siguiente: "Hermano, sobre lo que le pasó en'Porto–
"belo, no hable U. ni una palabra: sepa U. q,ue importa mu–
"cbo el secreto; y procure olvidarse de lo que le suceclió."
Reconoció el hombre la hnmildad de su bienechor,
y
cumplió
su encargo, no refiriendo el prodijio, hasta elespues que mu-
1·ió el Siervo dt> Dios.
'
Sanó tambien
á
un·a mujer gra,·emente enferma de
erisipela en la cara , ·poniendole paños mojados en agna
·rosada . y sangre de pichon . Estrañó la ruedi·cina un hom–
bre que se hallaba presente;
y
di~iendole
a Fray Martín,
que no creía oportuno ese remedio; le contestó, haberlo visto
aplicaí· para esa enfermedad en el Hospital' de Bayona de
·Francia',
y
que él lo babia usado con buen súceso. La enfer-
ma sanó sb'lo con ese ansilio, de lo que s·e infiere que el Sier–
vo de Dios visitaba con el don de ajil'idad,
a
!'os' necesitado$
aun en los paises mas lejanos.
Y
para probar
que
en Francia