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PROLOGO DEL AUTOR.

Doy á luz pública la vida del bienaventurado fray niartiij

d'e Porres, que

me

encomendó el muy re¡'erendo padre maes–

tro fray Lázaro Balaguer y Cubillas, siendo prior del convento

del Rosario. Pud,e excusarme de adrnitir este dificil y gravoso

cargo, por' hallarme agobiad.o con el peso de mis años, y el de

algunos males crónicos, á mas de las indispensai)les ocupacio–

nes

á

qu~

me obliga mi ministerio. lilas lo acepté, no solo por

parecerme que yo ,debia corresponder con mis escasas luces

á

,

tan honorifica confianza, sino tambien por dos poderosos mo–

tivos que me impelian

á

emprender este trabajo: mi

des~o

de

glori~car

á

Dios por lo que él se glorifica en su fidelísimo sier-

, vo Martin de Porres, y el derecho que éste tiene á que yo exal–

te

y

eternice su memoria, por ser mi paisano, y haber sido de

mi ínfima clase

y

humilde nacimiento.

·

Resuelto pues

á

sacrificar, por las razones dichas, los

corto~

ratos que tengo de reposo, adopté el plan que juzgué mas con–

veniente, para que esta historia no solo sirviese, como las de

otros muchos santos, de ejercicio piadoso que excitase la admi–

ra~ion

de los lectores, sino igualmente de modelo que, ilustrán–

dolos sobre la práctica de las virtudes eyangélicas, los anima–

'se

á

practicarlas.

Y no siendo aplicables todos los preceptos que prescriben los

sábios

á

la historia de un héroe cristiano, que se santificó en la

abyeccion y el retiro, como lo son

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la de un l¡érqe profano,

cuya vana

y

efímer¡i gloria consiste, por lp comun, en haber

devastado los pueblos y aherrojado á sus $emejantes; á lo me–

nos guardo los

prio~ipale$

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á saber: la narrqcion verdadera de

las maravillosas acciones que se notarQn en este bienaventura–

do,

y

el espíritu que las animaba. Y como el fin principal que

debe proponerse todo historiador, segun enseñan los mejores

críticos, es ser útil reglando el espíritu y el corazon, y sin la

verdad no se pueda ni instruir ñi agradar; por eso dice Cice–

ron, que las mas indispensables reglas de la historia •son no

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