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tr::rngero entre nosotros. Conservara s tus pri vilegios en
'la
cilidaa , p ero t e
ser~ni
inutiles ; p ) rque si pretendes la el ecc'ion d e tus conciudaclanos , no le
la
conce- .
d er an ,
y
si no pides masque su estimacion, finjiran
tambien que
te
la
rehu–
san . P ermaneceras entre l os hombres, p ero perded.s tus d erech os a l a huin;mi- ,
dad. Cuando te acercares
a
tus serneja ntes, huiran d e ti como d e un ser impu-
1·0;
y
los que creen. en tu inocencia, esos mismos te abandonarau, pol'qne de
otro modo serian
i
su vez huidos. Vete en paz, te d ejo la vida , p ero te la d ejo
peor que
l a muerte........
»
«
i'\ada es mas embarazoso en el trato orJinario d e la vida que el patl'iotis–
D'lO
irritable de los Americanos. Un extrang ero puede mui hi en h all arse dis–
pues to a ala bar muchas d e l as instituc iones d e aquel pa is; pero si pide pe rmiso
Jlara censurar alguna d e l as p eculiaridades que observa-le es in exornblem en te .
negado. America es por lo tanto un pais libre en el cual, d e mi edo que al gui e n
sea h erido por vuestras observaciones , no se os con ced e hablar
f1
ancamente ni
de los indi viduos pri,·ados, ni d el Estado, d e l os ciudadanos ni d e las :rntor i–
<lades, de empresas p a rticula res ni pi'.ablicas-en suma, d e cosa ninguna , con
excepcion d el clima y d el suel o ;
y
aun h ai Americanos que se h all a n pro ntos
a
defender el uno y el o tro , como si hubiesen
si do inv entados 6 dispuestos por
l os habitantes d el pais . "
"Entre l as mas orgulbsas nac iones d el viejo mundo se ban publicado obras
expresarnente di r igidas
a
censurar l os victos'
y
a burlarse d e l as l ocuras de la .
epoca: L abruyere h abi taba en el pal acio d e Luis :xiv cuando compuso su capi–
tulo sobre l os Grandcs; y :Moliere censuraba
a
los cortesanos en l as comedias
que se r cpresentaban d el a nte de la Corte. l\'1as el pod er dominante en l os Es.ta–
dos-Uniclos no se d eja h acer asunto d e juego: el min imo r eproch e irrita s u se n–
sibilidad,
y
la
mas l eve chanza que se
:iroye en
la
verdad, l e
ll ena cl e indig–
uacion. D esde el es tilo d e
SU
l eng ua' hasta las mas solidas ,·irtudes d e
SU
ca -
1·ac ter, todo d ebe hace1·se obj eto d e encomio. Ningun escritor , por eminente
que sea, p aede li bcrtarse de es te trib uto d e adubcion a sus conciudadanos . La
rnayoria vive en l a perpetua pdctica de aplauso-propio;_
y
hai
ciert.asverclad e s
q4e l os Arnericanos pueden aprende1· solamente d e
l os ex trangeros- - 6 cle
la
ex perii:ncia.
»
D e aqui l'esulta que no haya grand es hombres ni en literatu ra
11 1
e n po–
lltica: porq ue el pensa miento , como las afeecioncs, sc hunden en
la
rnediocri–
d ad cuando cesan de se r libres.
«A la verdad un ex trnngero se encuent1·a
a
b s veces coR Ameri canos que
disienten cle esos rigorosos formulari os; con h om bres que cleplora11 l os cl e fec - –
t os d e l as
leyes, l a mutabilidnd e ignorancia d e
l a d emocrac ia; que
ll ega n.
h as ta observar las m alas
tcnd cncias q ue afean el caracte r l't::icional '
y a
i
11cli–
ca1· l os remedios que seria posihle aplic;ul es ; pero siguen hablando rnui di-