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La. necesidad ele la religiou natura.lno cxcluy
1a
nc,'c8iLl n(1
y
la,existencia de una religioll
'revelada
y
sobrena.tural
l
PUl':
la.
histori a
y
la esperiéncia manifiestan la' insufi iencü¡,
d'
la l'a:wu
humana para dar
á
Dios el culto üelJido
r
e. tablecer una
l'
'Ii–
gion pura, santa, inmaculada perfecta
y
digna de DlO , Yla n('–
cesidad de que Dios venga en auxilio del hombre
]>01'
medio lle
U!1a revelacion pa iva
y
especial. Oon razon enseña anto 'l'omús
que la revelacion divina es
nece~aTia,
}JO
solamente
l'c~pecto
ll e
aquellas verdades que superan enteramente al alcanco tle
ID.
nt–
zon humana como son los dogmas, sino aun con rcslle to
ú
cier–
tas verdades, que absolutamente hablando no son uperiOl' s
;t
la razon humana., para que la. iurn ensGt mayuría de los homhr s
conozca de una manera segura la verda
1
religio a.
y
moral,
J:>
'ru
lo que suscita las iras de los deístas
y
ra iouali tas contl'n, la 1'e–
ligion revelada, no es tanto la parte rela.tiva, al entendimiento,
como la pa,rte relativa
á
la vol untad, ósea la perfeccion
y
santi–
dad de la ley moral que contieue.
XVIII.
Deberes que n acen de la
l'elig'iOll.
El primer deper del hombte es iuvestigar 'cual . ea la " el'Üa–
dera religiou, en el caso de que no
~e
halle en pO,sesion de ella,
y
abrazarla una vez conocida. El hombre tiene obliga 'ion de
ajustar su conducta moral
á
los preceptos
y
máxima de la réli–
gion verdadera.,
y
d,e
tribut~r
á
Dios el culto en ella pre m'ito.
Una vez copocida y abrazada la reli gion verdadera, el hombre
debe conservarla y pro,liaga,rla en cuanto ' lo permiten. us cqu-
dicioues.
"
El indiff/rentisrno ?'eligioso
es absurllo en si mismo, porque
supone que
~s
indiferente
á
Dios que se letribute un culto verda–
dero
ó
falso,
ó
supone que todas las religiones son igualmente
buenas ly verdaderas. E iqdigno del hombre no cuidarse de
conocer la verdadera religion, sin la cual es imposible agradar
á
Dios,
ni conocer su destino en la "vida presente
y
despues de la muer–
te. Sagun el
Latitudvl'tarismo
el hombre puede couseguir la vi–
da eterna pra,cticando cualquier religion, aunque no
~ea
la católí–
cá. Este error ha sido condenado en el
SyUabus,
pues salvo el
caso de buena fé,
ó
de una providencia extraordinaria, el
hol.ll–bre
no puede conseguir la felicidad perfecta de la vida eterna
fuera de
la
Iglesia caMlica, representante de la religion revelada.