Y sin embargo, apesar de que en aquell os tiem.
pos los manuscritos eran tan raros
y
tan costosos,
existían grandes bibliotecas en Pérgam,), Atenas,
Roma, Cesárea, Antioquía, Constantinopla, Suze,
Héraclo y otros lugares, que encerraba cada una
de ellas
c~ntenares
de miles de volúmenes, que ha.
bían costado sumas fabulosísimas.
Con el invento de la Imprenta, las ediciones ti–
pográficas no tardaron en hacer competencia
á
los manuscritos, y poco á poco estos últimos fue–
ron sufriendo tal depreciación, que al fin no tu–
vieron valor alguno, salvo aquellos que no habían
sido reproducidos tipográticamente.
Empero, como hemos dicho ya en otro lugar,
trascurrieron algunos lustros hasta que la Impren–
ta , después de su descubrimiento, fuese general·
mente c;onocida del vulgo; y durante este tiempo
las ediciones tipográficas se vendieron como ma·
nuscritos á precios algo rnás reducidos que éstos.
En prueba de ello, se bi-ta la venta de la
Biblia
im·
presa por Guttemberg efectuada en París en la
suma de.cuarenta escudos de oro, siendo el ad- ·
quiridor de ella el Obispo de An¡;ers Guiller–
mo Tourneville. Pero cuando ya la Tipografía lle-.
gó á ser del completo dominio del público, las
edicion·es impresas bajaron considerablemente de
valor, pudiendo el pueblo comprar obras que años
antes le era imposib>le adquirir por lo elevado de
sus precios.
N o obstante, esas mismas ediciones solían sufrir
alguna'S alteraciones en su valor estimativo, lo
que provenía, en gran parte, del escaso número
de ej emplares que en esa época se imprimían los
libros, pues cuando una obrp. principiaba
á
esca–
sear, subía consig ui entem ente su precio: en apoyo
de lo dicho, se Cita en t re otros ejemplos, el de la
edició n del
Rationale Divinornm Qtftcim·nm
de Gui
llermo Durand , O bispo de Mende en el siglo
Xlll,
que se imprimió en Mag uncia en
14
59 por Fust y